miércoles, 23 de septiembre de 2015


Pasado

 

Los tres caminaban en silencio por la calle que conducía a la salida. Aetna delante con paso firme y apresurado; Yrret, con la sonrisa en el rostro, la seguía de cerca, unos pasos por detrás. Six, aún preguntándose a que venía todo aquello y si en realidad lo que le había dicho su maestro sería cierto, caminaba a la par que su mentor.

Una vez fuera de la zona amurallada tomaron el camino de Drache. El silencio era sólo roto por el sonido de sus pasos y de sus respiraciones.

Los campos de cultivo se extendían a ambos lados del camino, no se veía a ningún agricultor por la zona, tampoco era la hora apropiada, ya que el sol pegaba duro, era el medio día.

Los cereales comenzaban a tomar el color dorado que les caracteriza cuando se acerca la cosecha. Al frente, aquel mar dorado mecido levemente por la brisa, se mezclaba con el frondoso bosque que, a partir de aquel punto, se extendía a lo largo de varios kilómetros hasta alcanzar el páramo por un lado y Drache en el otro extremo.   

 Al inicio del bosque se podía vislumbrar la silueta de un hombre, que al parecer estaba algo inquieto, ya que no paraba de moverse.

- Parece que Aceo ya está esperando – comentó Yrret para romper el silencio reinante entre ellos.

- No es de extrañar, salió antes que yo en esta dirección, quería comprobar que el círculo del portal, que allí se encuentra, estaba en perfecto estado.

- Claro, todo debe estar preparado, pero cómo es que hay tantos círculos de esos cerca de la ciudadela y nadie los conoce…

- Bueno eso parece, en la actualidad casi nadie conoce los hechizos que los activan, muchos ni saben que son portales y creen que son simples lugares de culto.

- Entiendo –, Yrret miró a Six, estaba callado escuchando todo lo que se decía, en su rostro se podía ver que no entendía nada de lo que se estaba diciendo –, tranquilo son portales de transporte, utilizándolos tardaremos menos que si hiciésemos todo el camino a pie.

- Bien… pero está seguro de que quiere que yo… – dejó la frase en el aire y miró al suelo polvoriento del camino.

- Sí – rotundo y contundente en su respuesta, con su sonrisa habitual.

Los metros que faltaban para llegar al punto de encuentro pasaron raudos. La impaciencia de Aceo se tornó en sorpresa y a la vez desesperación y furia, al ver que había un invitado no esperado.

Los miró de arriba a bajo, sacudió la cabeza a modo de negación, miró a su hija con el reproche escrito en su mirada, pero no dijo nada, sólo se giró indicándoles que le siguiesen.

Anduvieron unos metros por el camino principal, luego se desviaron de éste, tomando una especie de sendero, por llamarle de alguna forma, ya que más bien era un pequeño paso de animales en el que la maleza circundante era sustituida por la hierba, se adentraron en aquel lugar por unos minutos, al final un claro, en el suelo un círculo, habían llegado.

- Bueno descansemos unos minutos antes de salir, Yrret hablemos en privado – el tono serio y frío.

- ¿Qué es lo que pasa ahora? – preguntó siguiéndole, alejándose varios metros de los otros dos.

- ¿Se puede saber quién es ese? y ¿para qué lo has traído?, no se supone que el lugar al que vamos sólo lo puedes conocer tú. O es que descubrir tantas responsabilidades te ha vuelto loco.

- Tranquilo, Aceo, no te subas por las paredes por algo así, si no recuerdo mal tu mismo me dijiste que podía llevar al lugar a aquellos que considerase de mi confianza, ¿cierto?, pues no sé, algo me dice que él y yo estamos unidos, algo me dice que tendremos que ser uno en algún momento, sí, puede que esté loco pero es lo que siento y quiero confirmarlo con la guardiana… y si es posible entrar ambos…

- Te has vuelto loco… entrar ambos… Yrret ¿has tomado algo? No puedo creer lo que estoy escuchando…

- Ya cálmate, tú y tú hija limitaos a cuidar nuestros cuerpos, estoy convencido que Anelea no pondrá ninguna pega.

- Bien como quieras, pero que quede claro que estoy en contra.

- ¿Paranoias de anciano? – la mirada de Aceo desprendió un fulgor que dejó claro a Yrret que se había pasado con ese último comentario – lo siento, no era con intención de ofender. – Dijo.

Ambos se acercaron al resto del grupo, bebieron algo de agua, y tras esto Aceo se posicionó en el centro de círculo, para pronunciar las palabras de activación, pero una nueva discusión tuvo lugar.

- Bien, yo regreso, he cumplido mi cometido de traerlos hasta aquí –, dijo Aetna, se despedía de ellos, como ya le había dicho a Yrret, su intención era regresar.

- Hija eso es imposible, si van a entrar los dos hacen falta dos personas para vigilar.

- Eso no es de mi incumbencia, arregláoslas solos, ya dejé claro que no quiero formar parte de nada de esto.

- Aetna, estás obligada a venir, y no porque te lo pidamos sino por ser quien eres – dijo Yrret en tono serio.

- ¿Obligada?, ya era lo que me faltaba oír. A mí nadie me obliga a nada y menos vosotros.

- Aetna, no seas así.

- ¡Qué no sea así! Pero si sois vosotros los que me obligáis, deje bien claro desde un principio que no estaba interesada en nada de esto y solo accedí a hacer de recadera, ahora me decís que estoy obligada a ir con vosotros…

- Y así es, eres Aetna la Hija del Eclipse, al igual que yo soy Yrret el Hijo del Eclipse, por mucho que te pese o te disguste estamos enlazados, hasta tal punto que me temo que una vez despierte mi poder oculto, lo que le pase a uno le pueda pasar a otro, ya sea para bien o para mal. No sé, pero si algo sale mal en el lugar donde vamos, no crees que sería mejor que estuvieses cerca.

- Maldición, maldición, eso es lo que es.

- Sea lo que sea, nacimos con ello y hemos de hacernos responsables, queramos o no, así que por favor, no rechaces más lo que somos y acompáñanos, luego ya se verá cómo va todo.

- ¡Por los dioses! Está bien, pero quede claro que no lo hago porque realmente quiera. – En su rostro se mostraba el descontento y enfado.

Todos se posicionaron en el centro del círculo.

- Ich bin der Wanderer, nimm mich, wo ich hin will, nimm mich auf das Ödland des Traums. – Dicho esto, los símbolos grabados comenzaron a emitir un leve resplandor verdoso –, Sofort![8]

El grupo desapareció, dejando tras de si sólo un rastro de su poder mágico, y el residual resplandor de la activación del portal.

 

Sólo unos minutos después llegaba al lugar Thyeor, un poco cansado, ya que le había costado encontrar el lugar,  no sabía cómo pero el poder que Yrret desprendía y que él tan fácilmente podía leer y seguir, apenas si lo había notado. Hubo un momento en el que sintió como si dos grandes fuerzas mágicas chocasen y luego todo se desvanecía, apenas si se podía sentir una ínfima parte de aquel poder que había estado vigilando durante toda la mañana. Y ahora todo acababa allí, en aquel lugar que se veía había sido pisado, incluso aquel extraño círculo usado ya que estaba completamente limpio.

Se acercó al lugar y al observarlo, se dio cuenta de inmediato de lo que aquel círculo encerraba, era un portal de los Numit. El problema era no como activarlo, ya que sabía los hechizos que lo pondrían en funcionamiento, el verdadero problema era saber el lugar exacto al que habían ido, un simple error de cálculo y podía terminar hecho pedazos, o en un lugar completamente desconocido.

Inspiró profundo, cerró los ojos y se concentró, recordar todos los posibles hechizos de activación de portales y dar con aquel que le llevase al mismo lugar, le llevaría unos minutos. Sus ojos se movían de un lado para otro, bajo sus párpados cerrados, era como si estuviese leyendo. Cuando recordó o encontró el que le hacía falta, en ese instante abrió lentamente sus ojos y se posicionó en el centro del círculo.

- Ich bin der Sklave, der mit dem Meister reist, ich muss mit ihm sofort treffen, nimm mich bis ihn.[9]

El portal reaccionó por segunda vez en poco tiempo y el cuerpo de Thyeor desapareció del lugar.

 

El grupo aparecía en el mismo lugar que Yrret y Aceo habían utilizado días atrás para dejar el páramo y regresar a Lennut. Todos se encaminaron, guiados por Aceo, a la entrada de la cueva que contenía la biblioteca, aquella que contenía tanto conocimiento, que aquel que se apoderase de él sería capaz de dominar el mundo conocido.

Six no paraba de mirar a su alrededor, todo era nuevo para él, y cada vez se encontraba más preocupado por lo que podría pasarle, en lo que fuese a tener lugar a continuación.

A paso rápido llegaron en unos diez minutos, mas por la prisa que tenía Aceo de comprobar como se iba a poner la guardiana por intentar imponerle a alguien más, que por otra cosa.

Una vez en la entrada pronunció el hechizo y esta se dejó ver por completo, miró a Yrret como queriendo comprobar que estaba seguro de lo que iba a hacer, este asintió y sin más entró, esta vez no hubo sorpresa para él, Six le siguió mas por costumbre que por otra cosa, y nada más poner un pie en la entrada caía inconsciente.

Aceo se sorprendió ya que no esperaba que aquel aprendiz de medicina mágica y herboristería fuese a pasar por el trance.

Aetna sorprendida, ya que ella no sabía nada de la acción especial que producía la guardiana en algunos de los que entraban allí, se acercó al cuerpo y pudo comprobar que su corazón latía y que respiraba con normalidad.

Six sentía como se ahogaba, se quedaba sin aire y sentía como si unas manos le aprisionasen el cuello y le estrangulasen. Sus ojos se pusieron en blanco y cayó sin sentido al suelo.

-Veo que te ha traído, no se podía esperar otra cosa del hijo del eclipse – Six escuchaba la dulce voz pero no veía a nadie, no estaba seguro de donde se encontraba, pero si miraba hacia abajo veía su cuerpo desplomado en el suelo y rodeado por los otros, acaso le habían llevado allí para que muriese, – tranquilízate, no pasa nada, dentro de poco volveremos a vernos, Yrret sin saberlo ha traído consigo al viento del pasado, que junto con el viento del futuro son parte indispensable para encontrar lo que otros tanto buscan, ahora regresa…

Six no pudo articular palabra cuando quiso darse cuenta de nuevo estaba en su cuerpo mirando a los demás, con el rostro marcado por el miedo. 

- Y bien que te ha dicho, dependiendo de tu respuesta continuarás con nosotros o te quedas aquí, así que responde de una vez – Aceo estaba ansioso por saber, no estaba convencido de que aquel muchacho fuese aceptado por la guardiana, ya estaba deseoso de que esta se apareciese y le dijese cuatro cosas bien dichas a Yrret, como se le ocurre traer a un desconocido a un lugar que sólo la orden debe conocer.

- Quieres dejarle que se recupere, sé como se siente entrar por primera vez al plano de la guardiana y créeme se tarda un poco en asimilarlo.

- Bue… pero… pero qué coño ha sido eso… se puede saber que ha pasado – dijo finalmente.

- Olvida eso por ahora y responde, ¿qué te dijo Anelea?

- Sólo que esperaba que Yrret me trajese, a parte ha mencionado algo del viento del futuro y del pasado y algo de encontrar lo que todos buscan, no sé, no puse mucha atención, ver mi cuerpo tirado en el suelo no es que fuese como para prestar mucha más.

- Sabía que algo nos unía, tranquilo cuando salgas de aquí ya no serás el torpe Six que todos conocen, ya lo verás.

- Si tú lo dices…

Todos se encaminaron hacia el interior, pasando de nuevo por los mismos corredores y salas, esta vez Yrret no se sentía tan admirado como la primera vez, en este momento lo que le rodeaba no importaba, pero Six y Aetna no dejaban de observar cada detalle del lugar.

Una vez en la sala donde se encontraban los volúmenes y objetos mágicos que allí se guardaban, Yrret dejó sobre la mesa la mochila, los otros le imitaron. No les dio tiempo de más, la dulce voz de Anelea se escuchó en el lugar.

- Os han seguido, en la entrada acaba de aparecer alguien con un gran poder…

- Puedes mostrarlo – preguntó Yrret irritado.

- Claro – dijo, y empezó a formarse una esfera ante ellos, a los pocos segundos en su interior se veía la entrada de la cueva, justo en frente un joven con gabardina observaba el lugar.

- Me imaginaba que nuestros caminos se volverían a cruzar, pero no pensé que fuese tan pronto, puedes hacer algo para que no entre…

- Un momento ¿le conoces? – Interrumpió Aceo –, las cosas no están saliendo como las había planeado – dijo con fastidio, lo que en un principio iba a ser algo de dos personas, máximo tres, se había ampliado con Six y ahora ese desconocido.

- Si, le conozco, se llama Thyeor, si no nos mintió en la posada, supuestamente estaba de paso pero veo que buscaba otra cosa, eso ahora es lo de menos, repito mi pregunta puedes evitar que entre, Anelea.

- Claro, ¿quién te crees que soy?, la duda ofende. Pero necesito que entre dentro de mi campo de acción para encerrarle con un cerrojo del tiempo.

- ¿Cómo? ¿Eres capaz de usar ese tipo de poder? – preguntó Aceo algo alterado.

- De nuevo la duda ofende… ya si no se mueve es mío para siempre.

- No, no quiero que le pase absolutamente nada, algo me dice que forma parte del engranaje que mi padre no pudo resolver.

- Bien como quiera señor, lo que el hijo del eclipse ordene se hará.

- Tampoco es para que te pongas tan formal, solo que últimamente siento o mejor dicho, presiento, lazos con personas que, no sé si será cierto o no, van a tener que ver con todo esto tarde o temprano.

- Bien haré una versión diferente del cerrojo, pero lo que no puedo evitar es que vea su pasado, así que allá va, Sklave der Zeit, sperrt ihn ein, Zeitriegel Aktivierung![10]

 

Thyeor se había adentrado solo unos metros en aquella cueva, no había duda, al que perseguía estaba allí, ahora podía sentir perfectamente su poder mágico, estaba en el interior de aquella cueva, iba a arriesgarse, pero debía descubrir todo lo posible sobre aquel individuo, si era la llave que le llevaría hasta su objetivo final debía atreverse a todo.

Sólo había dado media docena de pasos hacia el interior, cuando sintió una corriente de aire frío que le envolvió, cuando se dio cuenta que aquello era un hechizo era demasiado tarde, ya estaba atrapado.

A sus pies se formó un círculo de un azul intenso, sobre su cabeza otro de un azul más apagado, cuando ambos estuvieron completos unos símbolos se formaron en el piso rocoso; la estancia se iluminó tenuemente, para finalmente formarse una especie de esfera que le rodeó por completo dejándole prisionero en su interior. Por mucho que intentase moverse o gritar no podía, estaba como congelado, poco a poco la pesadez, el cansancio y finalmente quedó inconsciente. Y entonces… comienza el pasado…

 

Una mujer de unos treinta y tantos andaba nerviosa de un lado a otro de la habitación, bueno no exactamente, ya que estaba en una cabaña muy humilde, aquel lugar era todo en uno, cocina, comedor y dormitorio, el aseo estaba en el exterior.

Había acompañado a su esposo en la recolección de plantas, estar casada con un hechicero solo causaba ese tipo de inconvenientes, estar de un lado a otro, era algo propio de su rutina semanal, ya que la diaria era cuidar de las cosas de la casa, atender y ayudar a su esposo, cuando este le pedía ayuda, y cuidar a su hija de cuatro años.

Lo malo de esta salida es que estaba a punto de dar a luz a su segundo retoño, ya le había buscado el nombre, si, estaba completamente convencida que sería un varón, así que se llamaría Thyeor.

Sería el heredero de la estirpe Zero-Rezar, una estirpe por cuyas venas corría la magia ancestral, ella una simple hechicera, aún no se explicaba como había acabado siendo la esposa del actual Gran Maestre de la Orden Herederos.

En las tres últimas generaciones la orden había sido encabezada por un Zero-Rezar, y ésta había entrado en un ciclo de paz increíble. Los Zero-Rezar, siempre benévolos y piadosos, habían obligado a la orden a dejar de usar sus conocimientos y poder para efectuar el mal. Si todo iba como debía ser su hijo sería el cuarto en tomar el poder, podría ser su hija, Soraya, pero la orden, aunque permitía la entrada de mujeres, nunca había permitido tener como líder a una, aunque se habían dado casos en que el verdadero líder era la esposa, siempre oculta entre las sombras y la que sabía mantener a flote aquella enorme orden.

Su esposo, Halex, estaba tardando mucho, nunca había estado más de tres horas en recolectar lo que necesitaba, pero ya habían pasado más de cinco. El nerviosismo, el miedo, el temor a que le hubiese pasado algo, hicieron que rompiese aguas en ese lugar.

- Jacky tranquilízate, respira, no pasa nada, él llegará de un momento a otro y te ayudará, Soraya, Soraya – intranquila intentaba calmarse, ahora debía centrarse en lo que estaba por pasar, tenía que tener a su pequeña hija cerca – Soraya ven con mamá, tu hermanito está deseoso por conocerte, tanto que no puede espe… – una contracción le impidió continuar, aquel niño estaba ansioso por ver la luz del día, no iba a tardar mucho.

Como pudo tendió, la primera pieza grande que encontró en un baúl, sobre la polvorienta cama y se preparó para intentar recibir a su amado hijo lo mejor que pudiese. La niña entró sonriente con un ramillete de flores silvestres, y alegremente se acercó a su madre.

- Mamá, mamá mira que hermosas flores… – al ver la mueca de dolor en el rostro de su madre se acercó aún más y tomó su mano inocentemente – ¿qué te pasa mamita?, ¿es qué no te gustan las flores?

- No es eso… es tu hermanito… ya quiere conocerte…  – una nueva contracción, de nuevo el dolor reflejado en su rostro.

Jacky respiraba rápidamente, a la naturaleza no se le podía haber ocurrido otra forma de tener hijos sino haciendo que duela tanto, ese pensamiento cruzó por su cabeza, menos mal que se le ocurrió compensarlo con las satisfacciones que estos dan, cuando las dan.

El tiempo iba pasando, su marido no llegaba y las contracciones eran cada vez más seguidas, no quedaba más remedio que comenzar a empujar en la próxima o el bebé podría morir. Pensó en que no tenía nada en que envolverle una vez hubiese nacido, ni siquiera un poco de agua templada para limpiarle, y en medio de ese pensamiento una nueva contracción y segundos después otra, estaba claro, debía empujar. Respiró profundo y al sentir la siguiente empujó con todas sus fuerzas, respiró y de nuevo en la siguiente otra vez empujó hasta sentir que su rostro se incendiaba.

Siguió así hasta que la cabeza del pequeño apareció, un poco más pensó, un poco más y esto acabará.

Minutos más tarde tenía a su hijo en brazos, limpió de líquido los orificios, luego un pequeño toque y el niño, pues era un varón muy hermoso y con buenos atributos, comenzó a llorar. La niña miraba entre asustada y asombrada a aquella cosa rojiza y arrugada que lloraba en los brazos de su madre.

Jacky pidió a su hija que le trajese un poco de agua y un paño limpio, la niña obedeció rápidamente trayendo lo que se le había pedido. Su madre humedeció el paño y comenzó a limpiar a su recién nacido. Cuando finalmente hubo terminado el niño buscaba ávido el pecho, ella lo descubrió dejando que él tomase su primera comida.

La preocupación seguía en aumento, ya que su marido aún no llegaba. El tiempo iba pasando y su preocupación cada vez se hacía mayor convirtiéndose en desesperación. Aún dolorida y completamente agotada por lo sucedido, intentó incorporarse, pero no pudo.

Las lágrimas se asomaron a sus ojos, pero evito llorar tenía que ser fuerte. Era una verdadera lástima no saber nada sobre magia curativa, en un momento así le hubiese sido de gran ayuda.

Movió su mano izquierda haciendo que el baúl se abriese, las prendas que en el se encontraban comenzaron a flotar en el aire, cuando encontró algo apropiado en el que envolver a su pequeño lo acercó.

Estaba pensando que era lo que necesitaría a continuación cuando pudo escuchar el sonido de unos pasos que se acercaban, pensó que al fin su marido llegaba, pero estaba completamente equivocada.

Un hombre completamente vestido de negro y cubierto de una capa con capucha de un color gris ceniza, estaba de pie ante la puerta mirándola, aunque ella no podía ver su rostro oculto por la capucha.   

- Al fin ha nacido ese maldito – dijo con voz suave pero potente – ya era hora, si no te importa, a partir de este momento yo me encargaré de criarlo.

- ¿Cómo? ¿Se puede saber quien es usted? ¿Y por qué iba yo a darle a mi hijo?

- Vaya, pensé que no habría resistencia, no estoy para mucha conversación. Limítate a darme al crío.

- Nunca – exclamó – Engel im Himmel, Engel im Hölle, Schild[11] – a su alrededor se formó un velo traslúcido, mientras se preparaba para un nuevo ataque –, Sonne, gibt mir dein Licht, Blendung[12] – una luz cegadora inundó la estancia.

- Patético, sólo eso, así no evitarás que ese niño sea mío.

- Wasser und Wind, Eis-Sturm[13]. – Lanzas de hielo salieron disparadas en dirección al extraño.

- No puedes evitar su destino, ese niño no sabrá jamás nada de vosotros, su destino es…

- No he creído nunca en el destino, si lo hubiese hecho ahora no sería quien soy, y defenderé con mi propia vida el futuro de mi hijo. – Gritó mientras sus ojos brillaban con determinación.

- Eso no será difícil de cumplir, creo que con uno bastará – en su mano una pequeña esfera, que poco a poco se fue convirtiendo en un león – ese niño será mío, conseguiré que sea el ser más malvado en este reino y en el resto, así el mundo estará a mi merced, ¡destruye!

Aquella especie de león semitransparente se acercaba a ella, su hija lloraba y se apretó contra su madre cubriendo a su hermanito. El bebé al sentir las manos de su hermana en su rostro abrió los ojos, unos ojos rojos como la sangre. Ambos se quedaron perdidos en sus miradas, aquella mirada roja se perdía en un azul celeste, y la celeste en el rojo. En ese momento algo inexplicable tuvo lugar ya que el ataque de aquel extraño daba de lleno en su objetivo pero un brillo entre azul y rojo les envolvía rechazando aquel ataque.

- Vaya así que… bueno da lo mismo – y mirando a Jacky a los ojos, con una sonrisa que dejaba ver sus blancos dientes… –, ¡estáticos! – dicho esto se acercó a ella y le arrebató al bebé de sus brazos, ella sólo podía derramar lágrimas de tristeza e impotencia, ya que no podía mover ni un solo músculo.

Ella pudo ver como aquel ser sin escrúpulos se paraba de nuevo en la puerta, la miraba por encima del hombro y desaparecía. Sus lágrimas continuaban saliendo formando dos hilos que recorrían su rostro. Sus brazos aún en la posición en la que habían estado sosteniendo al recién nacido. Su hija solo repetía una y otra vez, hermanito tus ojos… hermanito.

Unos minutos más tarde llegaba un ensangrentado Halex, sus ropas rasgadas y manchadas, su brazo derecho colgaba mostrando una gran herida en su bíceps. Al entrar y ver a su esposa supo de inmediato que aquel que había intentado acabar con su vida, había conseguido finalmente su objetivo.

Edhel, aquel maldito renegado, se había dejado consumir por el ansia de poder y había sido devorado por el mal, sí, el mal que se encerraba fuera de las fronteras del reino. Había conseguido encontrar a un demonio, cerrar un pacto con él fue el acto por el cual fue depuesto de su cargo en la orden, juró venganza. Juró vengarse de la estirpe de los Zero-Rezar… y lo hacía de esta forma, si un heredero era corrompido el prestigio desaparecería.

Como no podía saber a donde habían llevado a su retoño y mucho menos intentar recuperarlo ya que no podría atacar dado su estado, allí mismo y con todo el pesar del mundo decidieron dar por muerto a aquel niño, la versión oficial seria que Thyeor Zero-Rezar había nacido y minutos después había muerto.

Cinco años después de esos sucesos, Halex y Jacky fallecían. Habían dejado a Soraya al cargo de un pariente y se habían adentrado en el Raw, unas escarpadas laderas, de una zona peligrosa de la Cordillera del Olvido, buscaban un extraño musgo que sólo crece por esa zona, cuyas propiedades le convierten en un producto muy codiciado, pero dado lo peligroso del lugar pocos son los que se atreven a ir en su busca. En las proporciones adecuadas y mezclado con la planta Alium[14], es capaz de curar cualquier enfermedad.

Es una planta que se puede considerar un arma de doble filo ya que también puede causar la muerte al instante si no se manipula adecuadamente.

Halex y Jacky tuvieron la mala fortuna de quedar atrapados por un temporal, intentaron encontrar un lugar donde resguardarse, pero el mal tiempo y la poca visibilidad jugaron en su contra.

Soraya a sus nueve años quedaba sola, pero con una idea fija, encontrarse de nuevo con su hermano y esta vez para no volverse a separar de él, aunque ese deseo nunca lo contó a nadie.   

 

- Thyeor, hoy cumples doce años, ha llegado el momento en el que debes comenzar un nuevo entrenamiento. Conoces todo sobre la magia ancestral, pero ahora has de pasar una etapa de tu vida desarrollando el resto de magias, despertando las capacidades para dominar los elementos y por supuesto el aprendizaje en el uso de todo tipo de armas. No creo equivocarme si pienso que eso será cosa fácil para un pequeño genio como eres tú, que ha dominado el poder ancestral en cinco años, algo que cuesta más de veinte –. Un orgulloso Edhel hablaba con aquel niño, el tono de su voz autoritario, inflexible, jamás había mostrado ningún tipo de sentimiento. Simplemente había enseñado a aquel chiquillo lo más retorcidamente que había podido. Aprendía de forma rápida, nunca rechistaba o contradecía una orden, pero la bondad de su corazón nunca se había apagado y eso irritaba a Edhel –. Hoy será tu último día aquí. Mañana viajarás a la capital del reino, Lair, allí te entrenarás con el maestro de los elementos Geb Suroh.

- Como digáis maestro Edhel – la voz del muchacho apenas si era audible, siempre hablaba en un tono neutro. Después de tomar un ligero desayuno, se encaminó como hacía todos los días al lugar en el que practicaba los diferentes hechizos y encantamientos que ya dominaba.

El muchacho pasó el día de su cumpleaños como lo pasaba siempre, entrenando, aunque esta vez, hubo algo que fue diferente al resto de cumpleaños.

Prácticamente anochecía, el muchacho regresó de la zona de entrenamiento y se encaminó al baño, una poza de aguas termales al aire libre.

Se despojó de sus ropas y se introdujo en las aguas calientes, después de sumergirse y dar un par de vueltas recorriendo la poza, regresó a la orilla y apoyó su espalda contra la lisa roca, cerró sus ojos dejando que su cuerpo se relajase. Era tal el estado de relajación que casi se queda dormido, pero cuando estaba a punto de dejarse llevar al mundo onírico, una imagen de unos ojos de un azul celeste cruzó por su mente, a la vez que oía una dulce voz llamar por su nombre.

- Thyeor… Thyeor… hermano ¿dónde estás? – como un resorte el muchacho se puso inmediatamente de pie mirando a su alrededor, no había nadie, sólo el reflejo de una luna llena se volvía a formar en la superficie del agua, una vez ésta volvía a tranquilizarse. Al mirar aquel hermoso reflejo, vio de nuevo aquellos ojos azules que le miraban, esta vez estaban dentro de la líquida luna.

- Pero qué diablos… – se acercó, pero el reflejo nuevamente se distorsionó al mover el agua.

- Hermano… llevo tanto tiempo buscándote… espero encontrarte alguna vez…, por cierto, si estás viendo esta hermosa luna llena en algún lugar, que sepas que cada vez que sea tu cumpleaños yo estaré pensando en ti y mirando a la luna esté llena o no, y en caso que no haya ese día pensaré en ella… el día de tu cumpleaños mira a la luna o piensa en ella y por unos instantes nos encontraremos… hermano felicidades espero poder decírtelo alguna vez mirando esos hermosos ojos rojos… – un escalofrío recorrió el cuerpo de Thyeor, que diablos era todo aquello, lo extraño es que por alguna razón creía reconocer aquellos ojos reflejados en el agua, aunque no recordaba haber conocido a nadie con ese color de ojos, pero una sensación le decía que aquellos ojos le eran familiares, por otro lado por qué le llamaba hermano, que él supiese no tenía familia, pero sabía que sus ojos eran rojos.

Se dejó caer en el agua, sumergiéndose, intentando olvidar lo que acababa de suceder, al salir y acercarse a la orilla con intención de salir, se encontró con los fríos ojos de Edhel, que le miraban de arriba a bajo recorriendo cada centímetro de su cuerpo. Siempre que hacía eso, un mal estar recorría el cuerpo del muchacho, aunque desde que tenía uso de razón había vivido con aquel hombre, nunca le había gustado la forma en que lo miraba.

- Sal del agua, tengo algo que entregarte, creo que ya tienes edad suficiente como para poder llevarla, aunque aún no sepas usarla ya aprenderás. – Dicho esto se volteó y regresó al interior de la casa.

Thyeor se secó lo más rápido que pudo, se cubrió con una toalla seca y entró descalzo, dejando sus ropas en un cesto que se encontraba a un lado de la puerta que daba paso al interior de la casa.

Caminó serio, no esperaba recibir nada, eso que había escuchado a otros muchachos de su edad de que recibían un presente el día de su cumpleaños, en su caso nunca había sucedido, tampoco lo echaba en falta, sus padres le habían abandonado, era hijo único…, de pronto ese pensamiento fue roto por las palabras que había escuchado instantes atrás, y si todo era falso. Sacudió su cabeza no podía dudar de la palabra de su maestro, este le había cuidado siempre, no es que le tratase como si fuese su hijo, pero mejor eso que andar viviendo en la calle, robando para vivir y comiendo cualquier cosa, o en el peor de los casos haber muerto al poco tiempo de nacer, si es que era cierto que fue abandonado.

Cuando llegó a la sala, Edhel estaba de pie, con las manos a la espalda, frente a la gran chimenea en la que las llamas crepitaban. La estancia, bien iluminada por varias esferas mágicas, era amplia, una gran alfombra cubría el suelo, varios cojines se repartían por el piso, un par de divanes, algunas mesitas auxiliares, una estancia agradable en la que poder tumbarse a leer o a charlar. 

Thyeor se acercó a su maestro con mirada inquisitiva, aquel comentario de que quería entregarle algo le tenía intrigado.

- Bien, espero que pronto aprendas a utilizarla, te va a ser de gran utilidad, su material conduce todo tipo de magia –. Dicho esto, dibujó una mueca en su rostro como si fuese una sonrisa, y sacó su mano derecha de detrás de su espalda, en ella portaba una katana en su vaina.

- Pero maestro esto…

- No digas nada, es un presente en el día de tu cumpleaños, y en ese día es de mala educación rechazar un presente – le tendía la katana haciéndole gestos para que la tomase en sus manos.

- Gra… gracias – atinó a decir con un tono un poco desconfiado.

El muchacho tomó aquella arma en sus manos y la sacó de su vaina observando el brillante metal negro, en la empuñadura un sol y una luna estaban grabados, al pasar sus dedos por la luna el arma se partió en dos, su sorpresa fue máxima, y esta hizo que Edhel empezase a reír. Acababa de descubrir que era un arma doble. Mirándola más detenidamente pudo observar que era de doble filo. Una vez unida de nuevo el muchacho pasó delicadamente sus dedos por la hoja de la katana. Aquel metal negro y brillante al sentir el tacto del muchacho empezó a vibrar recubriéndose de un fulgor azulado.

- Vaya, si ya has conseguido unirte a ella, a partir de ahora responderá a cualquier movimiento que realices y canalizará cualquier hechizo de gran nivel que desees lanzar –. El muchacho miraba el arma y a su maestro, la verdad no sabía que decir así que se mantuvo en silencio –. Bueno ve a vestirte vamos a cenar.

Edhel se dio la vuelta sin decir nada más y se encaminó al comedor. El muchacho miró de nuevo el arma que aún brillaba con aquel tono azul, la colocó de nuevo en su funda y se dirigió al segundo piso, donde se encontraban las habitaciones. Al entrar en la que hasta ese momento había sido su habitación encontró todo perfectamente recogido y en un rincón pudo ver un pequeño baúl y una mochila, su maestro le había preparado lo necesario para el viaje.

Depositó la katana sobre la cama y se puso un pantalón negro y una camisa azul marino, se arregló un poco el pelo y bajó al comedor. Se sentó y tomó los alimentos en silencio. No hubo cruce de palabras, tampoco había nada sobre lo que hablar, de pronto algo volvió a su cabeza, alzó la mirada y rompió el silencio.

- Maestro, mientras me bañaba… bueno…

- No iras a decir que cierta parte de tu cuerpo ha tenido una reacción…

- Como cree –, exclamó rojo como un tomate, esas cosas íntimas nunca las hablaría con él aunque fuese el único ser en el mundo, y menos después de ver como le observaba cada vez que estaba desnudo –, no me refiero a eso, es que escuché… como si alguien me llamase…

- Seguro que fue algún ruido y pensaste que te llamaban.

- No creo que un ruido me llamase hermano… – la mirada de Edhel se clavó en el muchacho, sus ojos refulgían, pero no dijo nada esperaba que el muchacho dijese algo más –, maestro de verdad que no tengo a nadie en este mundo –, la voz temblorosa, el tono suplicante, la mirada perdida en algún punto del plato que se encontraba delante. Edhel en un movimiento se puso al lado del chico y le dio tal golpe que le lanzó contra la pared, haciendo que la silla cayese.

- Como osas dudar de mi palabra, desagradecido, te salve de una muerte segura al recogerte en aquel bosque donde tus padres te abandonaron, te he dado lo necesario para que seas lo que eres y ahora me sales con esas. Te seré sincero tus padres murieron al poco tiempo de tu nacer y no tienes a ningún otro familiar. Eres un simple desperdicio que se ha criado como un parásito en mi casa, así que no vengas con esas –. El odio se reflejaba en sus palabras, Thyeor nunca le había visto en ese estado, su rostro le dolía por el golpe, pero no era esa reacción algo exagerada, no le estaría ocultando algo, se puso lentamente de pie y sus ojos color sangre se clavaron en los de aquel que le había criado durante su corta vida, no sabía el por qué, pero que le tratase de aquella forma y hablase así le estaba llenando de furia.

- Era necesario golpearme así maestro, sólo planteaba una duda, es que aquellos ojos azul cielo…  – no pudo terminar, al nombrar los ojos de su hermana, aunque él no lo supiese, Edhel montó en cólera movió su mano y comenzó a estrangular al chico con un hechizo. – Maes… maestro pe… pero que le pas… pasa… – de inmediato supo que algo sucedía, algo estaba oculto en su pasado y aquel que ahora intentaba matarle lo conocía o tenía algo que ver.

No iba a dejar que su corta vida acabase allí, no sin antes saber que es lo que pasaba. Cerró los ojos concentrándose, tomó un poco de aire, quizás el último, empezaba a perder la conciencia, se mareaba, no podía recordar ningún hechizo que le librase de aquella situación. En sus últimos segundos en este mundo sintió como algo en su corazón le llamaba, algo que le gritaba que lo dejase salir y lo usase; sin más, solo le susurró, libérate haz lo que desees.

Estaba a punto de desmayarse o de morir no estaba seguro de que sería lo primero que pasaría, pero lo último que sintió fue como su cuerpo emitía calor, algo abrasador.

Se encontró tumbado en el suelo, el comedor estaba ardiendo, pero no con llamas normales tenían un ligero color azulado, y los muebles de la estancia no eran consumidos, en cambio su maestro tenía su brazo derecho en carne viva y parte de su rostro estaba dañado. Lo curioso es que estaba riendo, y le miraba con odio.

- Así que has visto que la muerte se iba a apoderar de ti y has despertado el elemento fuego, eres un auténtico cabrón hijo de puta, ya te llegará el momento de venir a mi, serás mi  peón, por eso me encargué de separarte de tus padres en el momento de tu nacimiento, y de que poco después muriesen en aquella expedición en busca del Arem[15], aquella tempestad que acabó con sus vidas la provoqué yo –, reía al ver como el rostro de Thyeor se desfiguraba por el rencor que estaba surgiendo en ese momento en su interior –, ¡sí! – exclamó con júbilo – eso es, ódiame, ódiame desde lo más profundo de tu ser,  y de ese modo antes serás mío, tu noble corazón ha de morir para que me pertenezcas por completo, eso es algo que no he podido destruir en estos doce años, y ahora me sales… – un pensamiento cruzó por unos instantes por su mente, si eso era cierto todo encajaba – un momento es que esa inútil de tu hermana ha despertado sus poderes, claro, debe ser eso, hace poco que ha cumplido los dieciséis, me pregunto que tal estará, si tendrá un buen cuerpo, si será capaz de dar placer a un hombre ardiente como yo…  – no pudo continuar una esfera de fuego y detrás una lanza de hielo se le acercaban, Thyeor estaba en trance, descubrir todo aquello, le había despertado sin que fuese necesario un entrenamiento –, así que descubrir la verdad ha conseguido esto, bueno me ocuparé de que tu hermana muera pronto, ha despertado la habilidad que se transmite sólo en la línea femenina de tu familia, la transmisión de pensamiento, he de matarla antes que os volváis a encontrar o vuestros poderes unidos acabaran con mis planes.

 

El suelo del comedor se abrió, una nueva lanza de hielo atravesaba el pecho de Edhel, una enorme ráfaga de aire apagaba las llamas y revolvía la estancia. Thyeor caía al suelo inconciente.

Al despertar estaba agotado, por la ventana entraban los rayos del sol iluminando la destrozada sala. Al observar todo a su alrededor pudo ver el cuerpo de su mentor tumbado en el suelo rodeado por un gran charco de agua y sangre mezclados, el rostro desfigurado y su brazo estaba gravemente quemado; él, sin embargo, no tenía ni un solo rasguño, sólo un leve quemor en su garganta.

Algo asustado, ya que acababa de descubrir que había matado a su maestro, salió de la estancia corriendo se apresuró a subir a su habitación, se despojó de aquellas ropas manchadas y rasgadas y se puso otras. Se sentó un instante, intentando poner en claro que es lo que iba a hacer ahora. No le quedaba más remedio, debía ir a la capital, si se presentaba en el lugar al que supuestamente debía acudir para continuar su entrenamiento nadie debía sospechar lo sucedido, pasarían varios días, incluso semanas, antes que alguien notase la falta de Edhel ya que vivían bastante alejados del pueblo más cercano, Drow; y Edhel no acostumbraba a estar fuera mucho tiempo, casi no salía, así que nadie se daría cuanta de su muerte de forma rápida.

Sin pensarlo mucho más, bajó a la cocina cogió algo para comer, algo de beber y regresó a la habitación. Una vez allí cogió el baúl, la mochila y algunas cosas a las que se sentía apegado y salió de la casa dirigiéndose al patio trasero, allí se encontraba un círculo de portal, comenzó con el hechizo y cuando lo tenía casi acabado recordó la katana. Regresó por ella, luego activó el portal y se marchó de allí, sin sentirse apenado por lo sucedido, pero con un pequeño proyecto, tenía que encontrar a su hermana, al parecer una muchacha cuatro años mayor que él, y de la que sólo sabía que tenía los ojos azul celeste.

 

Unas horas más tarde Edhel se levantaba del suelo, la herida del pecho había cerrado por completo, su brazo estaba bastante mejor aunque le quedarían fuertes marcas, se acercó a un espejo y contemplo su desfigurado rostro, no podía creer que aquel endemoniado crío tuviese aquel tipo de fuego elemental, era de todos los posibles el más temido y el que sólo se da en contadas ocasiones, el Gas azul[16].

Tal vez no debería haberle dicho la verdad sobre su familia, pero ya se vería si todo salía como él deseaba, aquel chiquillo se convertiría en su peón, sería el que le entregase el mundo en bandeja de plata, le convertiría en el ser más poderoso. Sería un dios…

 

En la esfera en la que se encontraba encerrado, Thyeor se movía agitado, estaba recordando cosas que tenía encerradas en lo más profundo de su cerebro. En su rostro se iban dibujando muecas de dolor, odio, pesar, miedo, hasta que finalmente de sus cerrados ojos comenzaron a brotar lágrimas. No podía explicarse lo que pasaba, pero estaba recordando todo de una forma tan nítida que es como si estuviese allí reviviéndolo segundo a segundo.  

 

Leafer estaba intranquilo, llevaba días sin tener noticias de Krad, tampoco sabía nada de su hermano, aunque pensándolo bien tampoco esperaba saber mucho de este último, ya que al parecer aquel último encuentro entre ambos le había afectado y bastante, a pesar de todo se estaba impacientando y cuando eso pasaba tenía que destruir algo o a alguien. El retraso de Krad era lo que más le estaba molestando. Cerró los puños y golpeó la mesa frente a la que estaba sentado, en un vano intento de descargar su ira.

Unos instantes después escuchaba pasos apresurados que se dirigían a la sala en la que se encontraba, sin tocar, la puerta se abrió de golpe y ante él aparecía un fatigado Krad.

- Maestro siento el retraso –, decía Krad mientras se acercaba a paso ligero al escritorio donde se encontraba Leafer –, pero ese dichoso viejo ha sido un verdadero dolor de cabeza, creo que es la primera vez que tardo tanto en localizar a alguien…

- Y bien, ve al grano.

- A eso iba. Yrret ha recibido una visita, al parecer una muchacha procedente de Drache, ha venido a solicitar su presencia para mitigar una extraña enfermedad que está teniendo lugar en la zona. Del viejo, lo siento, pero esta mañana le he perdido la pista; hasta ayer por la noche estuvo en su casa, pero de pronto ha desaparecido sin dejar rastro.

- Otro inútil, parece que es una plaga que tengo que sufrir, estar rodeado de ineptos… creo recordar que te advertí que era un mago, quizás de nivel maestro, pero bueno cambiando de tema se puede confirmar que exista esa plaga, enfermedad o lo que quiera que sea en Drache.

- Creo que es cierto, hay rumores extraños circulando, ninguno que sea fiable, pero de todas formas me pondré en contacto con uno de nuestros secuaces en la zona y así lo confirmará.

- Pues a que esperas, si es cierto, que te mantenga informado, no quiero perder la pista a esos dos, por cierto ¿sabes algo de Thyeor?   

- Creo recordar que se aloja en una posada en Lennut, “Dos hermanas” si no estoy equivocado en el nombre, en ese mismo lugar tuvo un encuentro con Yrret, pero no sé nada más, como no se me encomendó vigilarle a él también no le he tenido en cuenta.

- No, no era de vital importancia tenerle localizado en todo momento, solo era curiosidad, espero que no se le ocurra traicionarme, a parte de lo que él espera de mí, si se le ocurre llevarme la contraria, le mostraré a cierta persona que creo le va a tranquilizar, y de la que parece ha olvidado que llevaba tiempo buscando.

- Maestro, pensaba que ese joven sólo desea devolver a la vida a su novia fallecida hace cuatro años, es que hay algo más en su pasado que usted conoce.

- Bueno, digamos que descubrí cierta información, y como sabes soy muy bueno utilizando lo que descubro en mi propio beneficio. Ahora ve a ponerte en contacto con nuestro sirviente en Drache, quiero saber cuánto antes qué está pasando, no me gusta estar mucho tiempo sin información.

- Si maestro, ahora mismo. – Esa información también podías buscarla tú, si tanto te cansas de esperar por qué no sales de aquí y haces tú mismo el trabajo, si no fuera porque te temo me largaría de aquí y no volverías a saber nada de mí. Pensaba Krad mientras se alejaba del lugar.

Leafer se frotaba las manos, aunque sus planes no estuviesen saliendo tal y como él había planeado, por el momento nada se había torcido lo suficiente, como para que fuese imposible enderezarlo de nuevo y ponerlo a su favor como a él le gustaba.



[8]  Soy el caminante, llévame a donde quiero ir, llévame al Páramo del sueño – ¡de inmediato!
[9]  Soy el esclavo que viaja con el maestro, he de reunirme con él de inmediato, ¡llévame hacia él!
[10] Esclavo del tiempo, enciérrale, cerrojo de tiempo ¡Activación!
[11] Ángeles del cielo, Ángeles del infierno, ¡escudo!  
[12] Sol, dame tu luz, ¡Resplandor!
[13] Agua y viento, tormenta de hielo.
[14] Alium: flor silvestre de color púrpura, crece en las zonas rocosas cercanas a cursos de agua, sus flores forman una inflorescencia, tienen un aroma muy agradable parecido al de la lavanda. Se utiliza para hacer cataplasmas para evitar infecciones en las heridas. El zumo realizado con sus raíces y hojas evita los envenenamientos.
[15] Arem: es el nombre del musgo que buscaban los padres de Thyeor, como se dice es muy peligroso si no se sabe manipular, ya que mezclándose con el crece una planta venenosa, un leve roce con sus púas o inhalar el polen de sus flores y ya se está envenenado en cuestión de minutos hemorragia masiva y la muerte, esta planta hay que separarla primero para poder coger el arem. Este musgo una vez seco y convertido en polvo tiene grandes propiedades curativas, mezclándolo con el alium cura toda enfermedad conocida.
[16] Gas azul: elemento fuego muy poco usual, se expande como una llamarada pero no consume nada que esté vivo, produciendo quemaduras parecidas a las provocadas por el ácido. Si se sabe dominar y concentrar se transforma en rayo.

sábado, 19 de septiembre de 2015


Los hijos del eclipse se conocen…

 

Yrret no había podido dormir muy bien en toda la noche, había estado inquieto, nervioso…, todo se comenzaba a complicar, le gustaría que su padre estuviese allí, para guiarle en el momento de descubrir su verdadero poder; que su madre se encontrase para reprocharle el que fuese a seguir los pasos de su padre, y tantas otras cosas que su cabeza era un volcán en erupción.

Sus pensamientos habían estado divagando, recordando lo que había descubierto en el páramo, lo que minutos antes de acostarse le revelaba su aprendiz. Tanto tiempo viviendo con el enemigo en casa.

Bueno, Six parecía realmente arrepentido, eso se iría viendo con el paso del tiempo.

Por si no fuera poco todo esto, había otra cosa que le había mantenido intranquilo y pensativo, y esa era el rostro de aquel joven que había encontrado en la posada; no sabía por qué, pero algo le decía que de forma inexorable estaban unidos, sus destinos se habían cruzado en aquel momento, pero en el futuro lo volverían a hacer, sólo faltaba descubrir si ese nuevo encuentro sería para dar inicio a una amistad o a la rivalidad encarnizada y al odio más puro y fuerte.

Las luces del alba comenzaban a iluminar el cielo, el momento de su marcha a descubrir lo que le deparaba el plano de la guardiana se acercaba poco a poco, también tenía que tener en cuenta que ese momento podía significar su muerte, si algo salía mal.

No pudo soportar estar más tiempo en la cama, así que se vistió con lo primero que quitó del ropero y se encaminó a la habitación de Six. Este estaba despierto, acostado mirando el techo de la habitación, las lágrimas recorrían su rostro. Al ver a Yrret se incorporó lentamente, quedándose sentado sobre el lecho, con las manos apoyadas a los lados de su cuerpo.

- Maestro, siento las molestias causadas, me marchare cuando usted lo disponga… – tomó aire y poco a poco levantó su mirada para fijarla en el rostro de Yrret.

- ¿Se puede saber qué te pasa? – preguntó, acercándose a la cama y sentándose a los pies de la misma, mirando a su aprendiz –, nunca me has llamado maestro ni me has tratado de usted, y creo recordar que te dije que no pensaba hacerte nada, ya tienes bastante con lo que te ha hecho tu hermano, como para que yo vaya a tomar medidas contra ti, creo en tu palabra y me has prometido no volver a traicionar mi confianza.

- Yrret – dijo en un susurro –, de verdad que…

- Claro, los otros no saben nada, y no tienen porque saberlo, así que quédate aquí, sólo quiero saber qué fue lo que pasó para que llegases en el estado tan deplorable en el que estabas.

- Bueno… – cerró los ojos por un instante y respiró profundamente –, parece ser que liberé demasiado poder de golpe, y al ser la primera vez que hacía algo así, mi cuerpo no lo resistió, pude salir  y andar unos cuantos metros y caí inconsciente, no sé por cuánto tiempo, pero cuando desperté y me incorporé el cuerpo me dolía y apenas si me respondía, así que al intentar regresar caía a cada poco…

- Bien, si solo fue eso creo que con lo que hice anoche no deberías tener problemas, de todos modos tómate ese frasco que hay sobre la mesita, es un revitalizante, y luego a desayunar fuerte, es muy importante que comas bien, un cuerpo débil no puede hacer uso adecuado de la magia, sea del tipo que sea.

Six tomó el frasco y lo bebió de un par de tragos, en su rostro se reflejó la sorpresa ya que el líquido era dulce. Se levantó de la cama dejando ver su cuerpo desnudo, a sus 23 años tenía un cuerpo bien cuidado, algo trabajado, marcando casi la totalidad de sus músculos. En su espalda se podían apreciar algunas cicatrices, heridas que no habían sido tratadas por medios mágicos, lo más probable es que cubriesen las heridas con aluna cataplasma y un vendaje compresivo y poco más; Yrret admiraba aquel cuerpo y al ver aquellas marcas frunció el ceño, es que en algún momento de su vida había sido maltratado.

- Six, perdona que me meta, quizás en lo que no me importa, pero esas marcas en tu espalda…

- No, tranquilo, no pasa nada, un recuerdo de la primera pelea seria con mi hermano…– inclinó la cabeza y pasó su mano por una de aquellas marcas –, se supone que debía enfrentarme a él, que era un entrenamiento para ambos… la verdad no sé que le pasó, solo sé que de pronto él estaba como poseído por un demonio… me miraba con un odio incalculable y unas afiladas garras me estaban destrozando… si no es nuestra madre… ahora estaría…

- Muerto… –Yrret finalizó la frase, con un poco de ira en su voz –, y vuestro padre no hizo absolutamente nada.

- Ese, era peor que un demonio, descubrir que su hijo mayor no era afín con ningún elemento, aunque era muy bueno en magia, no le sentó nada bien, luego, saber que yo, nulo en la magia o en cualquier cosa que tenga que ver con ella, era poseedor del elemento viento, fue aún peor, si hubiese muerto en aquel instante ni siquiera hubiese llorado. Que conste que nunca nos maltrató físicamente pero psicológicamente… bueno dejemos eso, no puedo quejarme por lo menos aún estoy vivo y en cierto modo era un buen padre, nunca nos faltó de nada…

- Salvo el amor. – Interrumpió Yrret que cerraba fuertemente sus puños, el instinto de hermano mayor cada vez se hacía más afín con aquel joven, algo le decía que le protegiese, que formaba parte de su futuro de forma inevitable. – No te preocupes encontraremos la forma de que esa torpeza tuya se convierta en tu verdadero aliado – dijo, algo acababa de pasársele por su cabeza, una sonrisa se dibujó en su rostro, la que el muchacho más bien intuyó, ya que la penumbra aún dominaba en la habitación, aunque el resplandor de la luz del día comenzaba a dejarse ver por las contraventanas cerradas.    

Una vez Six se hubo puesto un pantalón, ambos salieron en dirección a la cocina. Aristo estaba abriendo las contraventanas, dejando que la luz de la mañana entrase en la casa iluminándolo todo. Egroj estaba en la cocina haciendo los preparativos para el desayuno.

- Six veo que ya te sientes un poco mejor, y no podías salir completamente vestido, siempre tienes que estar restregándonos el hecho de que tienes un cuerpo mejor formado que nosotros –, dijo Egr mirando el torso desnudo de su compañero, él siempre se quejaba cada vez que coincidían ligeros de ropa, ya que su cuerpo en comparación con el de Six era un desastre, pálido casi de un blanco níveo, estaba casi en los huesos, por mucho que comiese no había forma de engordar y por mucho entrenamiento o ejercicio que hiciese sus músculos no querían marcarse.

- Vaya, aún con esas niñerías, cada uno tiene el cuerpo que le ha tocado, ya quisiera yo ser tan bueno dominando las artes curativas y culinarias como haces tú –, dijo Six intentando quitar hierro al asunto, al girarse un poco pudo ver a Aris que hacía poses con sus brazos sacando músculos, y se llevaba las manos al pecho como buscando sus abdominales –, Aris deja de buscar lo que no tienes, solo encontrarás grasa.

- Vamos no es para tanto, no estoy tan gordo, además esto es señal de buena salud –, dijo mientras se levantaba la camisa y le enseñaba la barriga que amenazaba con ser muy prominente con el paso del tiempo.

- Bueno dejar ya el tema, que no estamos en una competición a ver quien es más hermoso o es mejor partido para las zagalas de la comarca –, dijo Yrret no pudiendo evitar la risa, al ver el rostro de sus aprendices que le miraban un poco irritados.

Sentados en la mesa tomaban el desayuno tranquilamente, como de costumbre, como si no hubiese pasado nada el día anterior. Yrret aunque no lo aparentaba estaba ansioso porque llegase la muchacha, por un lado deseaba comenzar cuanto antes con su aprendizaje, por otro ardía en deseos de conocer a la que compartía su maldición, como pensaban muchos.

La mañana pasaba lentamente, por lo menos eso era lo que le parecía al hijo del eclipse, los nervios estaban a flor de piel y cualquier sonido en la calle le hacía estar pendiente de la puerta.

Dos veces habían tocado, las dos veces había sido algún lugareño que buscaba un remedio para su dolencia. Era media mañana y aún no llegaba, estaría equivocado, habría leído mal aquella nota, la leyó de nuevo, pero no había nada que indicase una hora o siquiera un momento del día; quizás se habría equivocado ella de casa, no dejaba de darle vueltas estaba comenzando a dejar ver su nerviosismo. Tanto que Six se lo comentó, ya que no paraba de ir del despacho a la sala y de esta al secadero de plantas.

- Maestro si sigues así vas a abrir una zanja en el suelo, de tanto ir y venir, te pasa algo.

- No, nada en especial – Dijo mostrando su nerviosismo.

De nuevo se metió en la habitación en la que recibía a sus pacientes y le servia de consulta y despacho, se sentó y empezó a ojear un pequeño libro sobre plantas, intentando olvidarse de todo.

Apenas habían pasado veinte minutos, quizá un poco más cuando se escucharon los pasos apresurados de alguien en el camino que comunicaba la casa con la calle, un camino recubierto de gravilla y que estaba delimitado por parterres, en los que se encontraban plantas como espliego, romero, lavanda, eneldo y otras, todas ellas dando a entender a aquel que se acercase que lo estaba haciendo a la casa de un médico naturista.    

Tres golpes se pudieron escuchar en la puerta, segundos más tarde de nuevo un trío de golpes sonó. La voz de Six se escuchó.

- Ya va, ya va, un momento, por favor. – Al abrir la puerta Six se quedó prendado de unos ojos verdes, un verde agua poco común y aún más si el cabello era de color plata, el conjunto unido al rostro era de una hermosura que dejó al muchacho boquiabierto, tanto que no supo que decir.

- Se encuentra Yrret de Blanshaph vengo del condado de Drache, es imprescindible su presencia, una… – dejó de hablar, su voz cansada, ya que había hecho el trayecto que separaba ambas casas corriendo, para que al llegar pareciese que en realidad venía del lugar que decía, pero la forma en que aquel joven la estaba mirando la ponía incómoda –, oye, ¿me estás escuchando?

- Ah… esto…claro ¿qué desea?

- Será imbécil… dioses dadme paciencia…  He dicho que si se encuentra Yrret de Blanshaph.

- S…si claro, Maestro, Maestro aquí le busca una verdadera diosa de la belleza – gritó mirando al interior de la casa con la puerta en la mano, mientras un pequeño hilo de saliva se escapaba de su boca. Aetna no pudo evitar hacer una mueca de descontento, encima de baboso, gritón, si es que lo tenía claro nunca se casaría.

- Hazla pasar a mi despacho, y Six deja de babear, eso no es de caballeros, tienes que aprender a controlarte ante las damas – dijo sin ni siquiera mostrarse, no había visto el rostro de Six pero se lo podía imaginar perfectamente, siempre le pasaba lo mismo cada vez que veía a una chica o una mujer hermosa, o simplemente linda, se quedaba embelezado y esa actitud no era precisamente la que le abriría las puertas del amor. Ella por otro lado no esperaba esa reacción de parte de un hombre de su misma edad, hubiese sido otro y se hubiese abalanzado a la puerta para comprobar que era cierto lo que se le acababa de comunicar, bueno puede que sus defectos estén en otro lugar, pensó mientras una mueca a modo de sonrisa se dibujaba en su rostro –, dile a Aris que traiga algo de beber a la señorita, puede que venga cansada, por lo menos su voz así lo parece.

- S…si, si maestro como digáis –, se giró para abrir la puerta por completo y dejar pasar a la “diosa”, cerrando tras ella –, por aquí por favor – le indicó llevándola hasta el lugar en el que Yrret, nervioso, esperaba el encuentro.

 

Thyeor había dormido poco, los recuerdos de su amada le habían despertado varias veces durante la noche, finalmente decidió dejar de pensar en ella por unos instantes, sólo para sustituirla por aquel que podía ser la llave que abriese el secreto que le devolviese a su Anastasia.

Aquel que al parecer aún no sabía el poder que encerraba en su interior, una verdadera lástima, le gustaría enfrentarse a él en un combate abierto, a ver quien era más hábil, más fuerte.

De pronto una sensación de ahogo se apoderó de su cuerpo, intentaba moverse pero le era imposible, se ahogaba, no podía respirar, sus ojos se ponían en blanco y entonces… una imagen, una imagen nítida, como si estuviese en el lugar en la que sucedía aquella acción, pasó por su mente, una luna roja como la sangre se tapaba poco a poco, en una habitación una mujer daba a luz, era un niño; la imagen cambiaba a otra, solo cambiaban los personajes que allí se encontraban, era la misma situación que la anterior, pero en esta era una niña la que nacía.

De nuevo la imagen cambiaba para presentar a dos bebes uno varón, otro hembra ambos envueltos por un halo rojizo, ambos compartiendo el signo del eclipse dibujado en la planta de su pie derecho. Nuevamente la imagen cambiaba, ahora la pareja eran adultos, un rostro identificado pero el femenino aparecía oculto, ambos se tocaban uniendo sus manos, poco a poco ambos se convertían en uno solo, el rostro sin definir, el cuerpo no mostraba ni atributos masculinos ni femeninos, pero un poder inmenso superior al del propio Thyeor  era desprendido por aquella unión.

La imagen de nuevo se transformaba en otra, esta vez ambos sujetaban entre sus manos un objeto plateado, un objeto que desprendía un poder increíble, en ambos rostros una sonrisa de victoria, la escena iba bajando poco a poco hasta mostrar el suelo, a los pies de la pareja un cadáver irreconocible solo una Katana doble y negra como la noche se encontraba al lado del cuerpo inerte.

Una sensación de desesperación, miedo e impotencia recorría el cuerpo inmóvil de Thyeor, al reconocer aquella katana como la suya, no podía ser cierto que aquel cuerpo deforme que yacía a los pies de aquellos conocidos como los hijos del eclipse fuera él.

Intentó incorporarse, moverse aunque solo fuese unos milímetros, pero era imposible. De nuevo las imágenes cambiaban, ahora en una habitación de aspecto pobre y humilde una mujer solitaria pasaba los dolores del parto, finalmente un hermoso bebé nacía, la mujer derramaba lágrimas de alegría y de pena al ver como un hombre vestido con una túnica negra se encargaba de arrebatarle al niño de sus brazos.

Una nueva escena, esta vez se reconocía como el muchacho que había sido hacía varios años, cuando conoció a Anastasia, cuando la vio por primera vez en el mercado de aquella ciudad en la que se encontraba estudiando esgrima. En el siguiente cambio, se representaba el momento de la muerte de su amada, el siguiente aquel en el que había logrado el poder que ahora posee, aquel doloroso momento en el que se despertó en su interior el dominio de la magia ancestral todo ocurrido solo unos meses después de la muerte de la muchacha que quería que compartiese con él la gloria y el poder.

La siguiente escena, fue una pelea encarnizada con Yrret en la que salía victorioso por poco, pero en la que no se veía que su adversario muriese; la siguiente de nuevo aquella escena en la que un cadáver estaba a los pies de la pareja del eclipse.

Nuevamente el cuerpo de Thyeor intentaba moverse pero era imposible, estaba como petrificado, que demonios era lo que le pasaba, solo pudo lanzar un aterrador grito de desesperación. Su respiración entrecortada y cansada, boqueaba buscando el aire, era tanto el esfuerzo que hacía para intentar moverse, que estaba agotado.

Un golpe en la puerta, unos segundos más tarde de nuevo y esta vez una suave voz femenina se deja escuchar.  

- ¿Se encuentra bien señor? ¿Puedo ayudarle en algo? – como respuesta el silencio – ¿señor?

- Váyase – fue todo lo que se escuchó.

Thyeor se encontraba ahora sentado en la cama, finalmente podía mover su cuerpo a voluntad, sus pies en el frío suelo. El cuerpo desnudo cubierto de sudor por el esfuerzo realizado en aquella especie de trance, aún no entendía que había sucedido ni a que venían aquellas imágenes. Se acercó a la ventana y la abrió dejando entrar el aire frío de la mañana. La luz del sol comenzaba a iluminar todo.

Se tendió de nuevo en la cama observando el techo. El aire que entraba refrescaba la estancia y hacia que el vello de su cuerpo se erizase. Un escalofrío recorrió todo su cuerpo, esa sensación le hizo recordar lo que sentía cada vez que la besaba, era como un hormigueo que recorría todo su cuerpo cada vez que sus labios se unían. Suspiró.

De nuevo regresó a la cruda realidad ella ya no estaba, ya no volvería a recorrer su cuerpo con sus labios, ni a sentir las delicadas manos de ella recorriendo el suyo o tomando delicadamente su miembro.

Ahora su misión era encontrar aquello con lo que arrebatársela a la muerte y traerla de nuevo a su lado, para volver a sentir todo aquello que ahora echaba de menos. Pero aquella visión o lo que quiera que hubiese sido le dejó muy intranquilo. De nuevo suspiró y cerró los ojos, dejándose llevar por la agradable sensación que le producía el aire de la mañana en su cuerpo.

- No luches, no malgastes tu vida en luchas inútiles o terminarás… sólo pide lo que necesitas…, pide ayuda a los hijos… a los hijos del eclipse y volveremos a estar juntos…

Aquella voz entró con el viento, y se dejó escuchar. Él se levantó como un resorte, no podía ser, ella estaba… estaba… no, no podía ser cierto había sido su imaginación. Miró a su alrededor y estaba completamente solo, se acercó de nuevo a la ventana y miró el exterior, ni un alma se veía en aquel patio, aunque el bullicio de la calle comenzaba a dejarse oír. Sacudió su cabeza, estaba teniendo alucinaciones auditivas…, no, no podía ser cierto, él tan serio y firme en su forma de vivir, cruel y despiadado cuando era necesario, no podía estar perdiendo la cordura después de haber encontrado la llave que de seguro abriría y le pondría en bandeja de plata lo que necesitaba. Se abofeteó para comprobar que realmente estaba despierto y que todo no había sido un sueño, y el dolor y la quemazón en su rostro le indicaron que estaba completamente lúcido.

- No luches, no contra el poder del eclipse… aléjate del camino que sigues, vuelve a ser el que eras cuando te conocí, alíate… únete a él.

- Jamás, jamás, ya es tarde, si hubiese sido antes… – musitó en un susurro.

- Nunca es tarde si tu corazón lo desea…

- Lo siento, sólo deseo una cosa y es volver a tenerte junto a mí… a como de lugar…

- Pues entonces… me temo que…

- No – la interrumpió – lo haré, te recuperaré, nada ni nadie me lo va a impedir.

- Sólo piensa que hay más posibilidades…, yo te esperaré… pero no podrás llegar a mí sin ayuda…

Una ráfaga de aire entró en la habitación haciendo que se cerrase la ventana. Él sintió el roce de una delicada mano en su rostro, aunque no vio a nadie, estaba completamente solo, pero aquello que sintió en su rostro no fue el viento, fue algo más. Al mismo tiempo una silueta femenina se desvanecía a sus espaldas, sin que él llegase a verla.  La dulce voz que se había escuchado no volvió a oírse, el rostro de Thyeor reflejaba tristeza, algo había sucedido para que aquello pasase, pero no estaba seguro de que era, las lágrimas volvieron a sus ojos como aquella vez, aquella vez que tuvo que dejar a la que tanto admiraba y amaba, encerrada en una esfera, a la espera de que encontrase aquel objeto que la devolvería a él.

- Es demasiado tarde para cambiar, ya no hay vuelta a tras – dijo en voz baja mientras se vestía y se preparaba para salir a comer algo y luego buscar el poder mágico que desprendía aquel que era su objetivo y quizás su futuro verdugo, aliarse con él, no, no podía ser, era tarde, demasiado tarde, o tal vez no…

 

Yrret estaba de espaldas a la puerta colocando un libro en un estante, ni siquiera se giró para verla entrar en la estancia.

- En que puedo ayudarla señorita – dijo tranquilamente aunque por dentro temblaba como las hojas mecidas por le viento.

- Doctor, bueno creo que he de llamarle así, sus servicios son requeridos en Drache, una extraña enfermedad está causando estragos entre la población, el señor del lugar ha oído hablar de vos y desea pediros…

- Vale, vale, tome asiento señorita, vayamos por partes, deja de tratarme de usted no soy tan mayor como para eso, incluso me atrevería a decir que tenemos la misma edad –, la sonrisa en su rostro no se borraba, hasta que finalmente se giró y la vio allí, de pie junto a la mesa que hacía de escritorio. El pelo plateado suelto, aquellos ojos de un verde inusual, su rostro tan sensual y delicado, aquellos labios carnosos y provocativos, un cuerpo de verdadera diosa enfundado en una blusa de seda azul y una falda blanca que dejaba ver unas hermosas piernas. – Vaya, pues si que parece una diosa de la belleza, no es muy normal ver una joven tan hermosa en esta habitación, soy Yrret encantado señorita –, dijo tendiendo su mano hacia ella.

- Aetna – dijo estrechando la mano con firmeza, pero antes de poder soltarla, vio sorprendida como él la acercaba a sus labios y la besaba, jamás le habían hecho algo parecido, era halagador y cursi a la vez –, bueno como decía se necesita un entendido en medicina, aquí le dejo la nota que el señor del lugar envía.

Ambos se sentían atraídos, era como si fuesen dos imanes que se quieren unir de inmediato. Al tocarse sus cuerpos habían sentido una especie de descarga, y aunque no lo notasen sus cuerpos estaban rodeados por un halo rojizo que reverberaba al unísono como si solo fuese uno.

Mientras él leía la nota que le había dado, en la que sencillamente se decía: Espero no aproveches para hacerle algo a mi hija jejejeje, prepara algo para salir y acompáñala. Aris entraba con unos vasos y una botella de agua, dejando todo sobre la mesa, sirviendo un vaso y dándoselo a la joven para retirarse haciendo un leve gesto con la cabeza.

- Bien, cogeré algo que necesito y partiremos cuanto antes, por cierto hay un pequeño cambio en los planes – dijo mirándola fijamente –, alguien nos va a acompañar.

- Estás seguro, sabes que el lugar es…

- Lo sé, lo sé, pero algo me dice que le voy a necesitar – la interrumpió.

- Bien como quieras, esto no me lo dijo mi padre, y no te hagas muchas ilusiones no voy a acompañaros, y de paso puedes ir olvidándote de…

- De la boda, no te preocupes no voy a obligarte a unirte a mi si no quieres, pero acompañarnos claro que lo harás, y eso no tiene discusión posible.

- Ni mi padre me da órdenes, como para que lo hagas tú que ni siquiera te conozco, yo hago suficiente con hacer el papel de recadera y punto.

- Vaya mi otra mitad tiene un genio de cuidado.

- Tu otra mitad, que yo sepa estoy completa y a ti a simple vista no te falta nada –, dijo mirándole de arriba a bajo ruborizándose un poco, era la primera vez que miraba de esa forma a un hombre, mirando cada detalle –, a no ser que lo que te falte…

- Mira no entremos en lo personal, ni falta ni deja de faltar, pero se supone que los nacidos en… ya sabes a cuando me refiero, son complementarios, creo que eso lo sabes y si voy a despertar lo que he de despertar creo que tendrás que estar presente.

- Eso ni lo sueñes, se lo he dejado muy claro al viejo, no voy a entrar en ordenes ni a seguir sus pasos, y menos a ayudar a un engreído y prepotente como tu.

- Engreído y prepotente, mira quien fue a hablar, la niña de mamá, la consentida que no ha perdido nada en toda su vida –, Yrret se acercaba a ella con el rostro un poco enrojecido por la rabia, como era posible que alguien tan bello pudiese ser tan cargante, él esperaba un encuentro más pacífico.

- Que no he perdido nada, que sabrás tú –, su rostro se enrojecía, la rabia estaba a flor de piel –, toda mi infancia sintiendo el desprecio y las burlas de los demás por ser la maldita, la hija del eclipse, y ahora de mayor sólo los impresentables, los sobones y babosos son los que depositan su mirada en mí para… bueno ya sabes lo que todos quieren de mi cuando me ven.

- Demonios, quieres dejar de decir estupideces, que tiene que ver tu hermoso cuerpo con lo de la magia o lo de estar cerca de mí cuando consiga despertar, descubrir mi verdadero poder, lo dices tan fríamente por el simple echo de que tu ya lo posees, lo usas como si nada…

- Si, lo uso y qué – en su mano derecha una bola de fuego comenzaba a tomar forma –, quieres comprobarlo, que quede claro que nunca seguiré el juego que otra persone me imponga.

- Eso lo veremos, no olvides que somos tal para cual, si tu eres terca yo también y nunca me he rendido fácilmente cuando me propongo algo.

- No digas sandeces, a mi nadie me impone su voluntad, por mi te puedes quedar como estás y si despiertas lo que no debes y destruyes el mundo, pues mira casi que no me importaría.

- Ya veremos quien gana esta batalla, la guerra está decidida a mi favor desde el mismo momento en que nacimos.

- Pero será prepotente, y que te hace pensar qué eso es así – el rostro era un ascua incandescente.

- Esto – y acercándose todavía más, la tomó por la cintura y le dio un beso. En ese instante, en el que ambos estaban tan unidos que casi eran uno solo, ya que él la apretó contra su cuerpo lo más que pudo, una corriente de aire se formo a su alrededor, ambos comenzaron a brillar con un resplandor rojizo que iluminó por completo la estancia, era una luz mucho más brillante que la luz del día, por sus mentes pasaron en milésimas de segundos miles de imágenes de lugares distantes y desconocidos y otros muy conocidos pero todos con una nitidez como si estuviesen allí, aquello era una ínfima parte del poder que podían usar juntos –, lo has sentido ¿verdad?, has sentido el poder que desprendemos al estar juntos…

- Serás hijo del averno, como te atreves… – y levantando su mano intenta darle un golpe en la cara, pero él intuyendo la reacción de ella le para la mano sin gran dificultad.

- La próxima vez que te robe un beso entonces dejaré que me golpes donde quieras, ahora lo siento pero debemos partir. – Dijo frío y serio.

- Serás hijo… hijo del… – deja  la frase sin terminar mientras lleva su mano a sus labios, aún siente en ellos el tacto ardiente de los de él, así que así es como sabe un beso, piensa mientras avanza unos pasos pero se detiene al ver como él sonríe.

- No me dirás que es tu primer beso y que encima te lo he dado… jajajaja no puedo creerlo… – la verdad es que ha sido corto pero intenso, espero que si hay una próxima vez sea mejor para los dos, no me gusta dejar mala impresión en las mujeres, pensó.

- Ya cállate, y prepara lo que tengas que preparar, estoy deseando perderte de vista, así que cuanto antes salgamos y te deje en tu destino antes dejaré de verte la cara… – que por cierto no está nada mal, una verdadera lástima que tenga ese carácter y que sea quien es, si fuese otro con ese cuerpo, ¡uf! no sé si podría contenerme, pensó mientras le hacía una mueca a Yrret.     

 

- Six prepárate tenemos que salir, coge algo para un viaje de unos días, rápido, venga deja de pensar en los musívaros ([7]) y date prisa necesitaré a alguien que me ayude. Aris, Egr vosotros os encargareis de atender esto mientras esté fuera, creo que estáis lo suficientemente preparados como para atender a las personas que se acercan por aquí normalmente.

Todos le miraron un poco sorprendidos, por un lado habían escuchado el tono alterado de la conversación entre aquella joven y su maestro, incluso habían visto salir de la habitación un resplandor extraño, pero como buenos aprendices ya sabían que no debían fisgar en nada de lo que pasase en aquella habitación, a no ser que fuesen llamados a ella; pero lo más sorprendente era que hubiese decidido llevar como acompañante a Six, con lo torpe que solía ser en vez de ayudar más bien entorpecería la labor, pero él sabría que hacía.

Six tragó saliva, sacudió su cabeza como intentando fijar sus pensamientos, pero pensar que haría un trayecto en compañía de aquella belleza, le dejaba sin sentido. Escuchar la voz de Yrret gritándole que se apresurase le hizo volver a la realidad finalmente. Ambos se alejaron en dirección a las habitaciones. Una vez lejos de los oídos de sus compañeros Yrret se acercó al joven aprendiz.

- Six, te voy a decir algo que debe quedar entre los dos –, dijo en tono serio con una fría mirada –, te aseguro que como alguien más se entere puedes olvidarte de seguir viviendo, yo mismo me encargaré de acabar con tu vida, ya no tendrías que temer a tu hermano, pensándolo bien ahora tendrás que temernos a ambos. – Hizo una pausa esperando una respuesta del joven.

- Yrret, pensé que no me ibas a hacer nada por lo de haberte espiado y ahora me dices eso…

- Tranquilo, sólo quiero dejar claro que no permitiré de nuevo la traición –, el tono era más relajado –, quiero que me acompañes, voy a un lugar que hasta hace poco ni siquiera conocía, pero en el se encierra la única forma de despertar todo mi poder oculto, de aprender las artes mágicas en poco tiempo, si es posible quiero que tú entres conmigo, no sé porque pero tengo la sensación de que nuestros destinos están entrelazados de una forma indescriptible; creo que allí podrás obtener el control que nunca has podido conseguir –, tomó aire y sonrió mirando al chico a los ojos –, que dices ¿estás de acuerdo? 

- Bueno por intentarlo no creo que pase nada – dijo aliviado y a la vez con un nudo en la garganta, a que se iba a enfrentar, sería esto algo que ayudaría a poder utilizar la magia como era debido, suspiró pensativo mientras colocaba varias cosas en una mochila de viaje.

- Bien te espero fuera.

Varios minutos más tarde los tres salían de la casa y se dirigían en dirección a Drache, muy bien pensado por parte de Aceo elegir esa zona, ya que para dirigirse a ella había que tomar el camino que bordea parte del páramo, así nadie sospecharía otra cosa, a parte, como se enteraría poco después, era cierto que en Drache había una extraña dolencia, al final tendría que ir de verdad al lugar.

 

Ahora solo faltaba ver cual era la reacción de Aceo al ver que Six estaba con ellos, y si Anelea permitía que ambos entrasen en su plano dimensional.  

 

A varios kilómetros de Lennut, en las agrestes cimas de la Cordillera del Olvido, en una cueva oscura, una anciana sentada en la postura del loto abría los ojos al máximo. Su cuerpo enjuto estaba cubierto por prendas confeccionadas con la piel de un oso alvino, en su cuello un colgante con una piedra en forma de luna creciente, en su cabeza una tiara de plata mantenía su blanca cabellera recogida. Una sonrisa se dibujó en su arrugado rostro.

- Al fin se han encontrado los hijos del eclipse, el engranaje que descubra los secretos perdidos de los Numit acaba de ponerse en marcha. He de estar alerta por si mis servicios son requeridos. El doble poder del viento se unirá al del fuego y el agua, para finalmente regenerar a aquel que es consumido por la maldad de la antigua magia, sólo de esa forma el poder perdido será encontrado y controlado. El elemento tierra debe aparecer en el momento adecuado para hacer de elemento del equilibrio, en aquellos momentos en los que la furia del viento y el agua estén desatados y fuera de control. Solo con los cuatro elementos en armonía aquel que ahora viaja por la senda oscura podrá ser capaz de encontrar aquello que busca para realizar lo que su corazón anhela. Si alguno de los elementos de este caprichoso juego no encaja o aparece otro nuevo, surgirá aquel que destruya el mundo con la ayuda de la corona, borrando de la memoria de la historia la existencia de todo vestigio de magia en él. Naciendo así un mundo completamente diferente…



[7] Musívaros, son una especie de ratoncitos con alas, son muy escurridizos e inofensivos ya que son insectívoros, aunque no desprecian la fruta madura. En las noches de luna llena, en época de apareamiento, se forman grandes conglomeraciones de estos pequeños animalitos, por otro lado fieles de por vida, haciendo su cortejo. En muchas zonas cercanas a poblados o aldeas los lugareños salen a contemplar el espectáculo e incluso hacen que las fiestas del lugar coincidan con este momento.