domingo, 10 de enero de 2016


 
 
Tierra
 
Por el serpenteante camino que conduce al valle anda, con paso ligero, una joven, decidida a cumplir con su nueva  misión. Nunca se ha planteado cuestionar ni lo que se le pide ni lo que se le ordena. Lucha para conseguir ser lo que desea, una gran guerrera, de la que su padre pueda sentirse orgulloso, en su mente siempre está el honor.
Después de un tiempo de meditación junto a su abuela, supuestamente para prepararse para su nueva etapa de entrenamiento, parece que las cosas cambian y que al fin ha llegado el momento que, desde hace mucho, aquella anciana ermitaña le dice que es su destino; su futuro, su vida entera dependerán de lo que suceda a partir del encuentro.
No comprende muy bien todo lo que está pasando; ella, que se ha dedicado desde su más tierna infancia a aprender el arte de la lucha con armas, a dominar el combate cuerpo a cuerpo, a ser la mejor guerrera de la tribu; ahora, le dicen que está relacionada con los Hijos del Eclipse, que en su interior está latente el poder de la tierra, heredado de su madre, y que ese poder va a ser importante en los eventos futuros.
No entiende nada de eso, la magia le es completamente ajena, no entiende las explicaciones de su amada abuela, por mucho que ella le diga que la magia es una energía que recorre el cuerpo y que es como un éxtasis hacer uso de ella, aun así, para ella todo lo que se refiera a ciencia, magia o conocimientos que no sean habilidades físicas le resultan muy complicadas de encajar; el único placer que ella comprende es el que siente cuando está en medio de un encarnizado combate, su sangre hierve, siente un frenesí indescriptible, no le cabe en la cabeza que haya otras formas de sentir eso, pero si su abuela lo dice debe ser cierto, aquella anciana sería incapaz de mentirle, y al parecer hay más de una forma de sentir esas cosas que ella experimenta a la hora de luchar.
Las ropas que porta, ajadas ya por el uso, son las que tuvo que conseguir en la prueba que la confirmaría como una guerrera; tuvo que cazar al animal y confeccionar las prendas ella misma. Salir victoriosa, era la prueba de que era toda una mujer guerrera, dejaba de estar al cuidado del resto de miembros y pasaba a ser uno más; y esto es válido también para los varones, ellos deben pasar por lo mismo.
Esta prueba es la confirmación de mayoría de edad en la tribu; primero iban los muchachos, los cuales al conseguir lo que se les pedía pasaban a ser hombres; tres semanas después eran las muchachas las que hacían la prueba y se convertían en mujeres. Tanto unos como otras eran considerados desde ese momento como guerreros, clasificándose en la batalla dependiendo de sus habilidades y aptitudes.
La joven aspiraba a conseguir el grado de berseker, el guerrero más fiero, fuerte y hábil de todos, actualmente solo había uno en ese grado en la aldea, y ese era su padre.
Cuando llegaba el momento de realizar la prueba, cada guardián lleva a su protegido a un punto diferente del bosque prohibido, el Bosque de la Muerte, le da unas armas y le deja allí. Si en el plazo establecido no regresan se les olvida.
Ella aún recuerda aquel momento, acababa de cumplir los dieciséis, su tutor la acompañó a lo más profundo de un bosque desconocido para ella, por ser un lugar prohibido, sólo se puede entrar en él para demostrar que ya se ha dejado de ser un crío y que se es un ser adulto, listo para la batalla; todos los que salgan con vida de ese bosque entrarán en la madurez, serán considerados como iguales por los adultos del poblado, y jamás volverán a entrar en ese bosque. El que hasta ahora había sido su mentor, padrino de armas, rival en la lucha y un amigo y consejero, le hizo entrega de tres armas, un arco con flechas, un mandoble y un hacha…
 
- Nertha, a partir de este momento estarás sola en este bosque, deberás cazar el animal que creas conveniente para confeccionar tu vestimenta. Tienes un plazo de dos semanas, si en ese tiempo no regresas a la aldea, se te considerará muerta, dejarás de existir para nosotros, son las reglas. La única ayuda que recibirás serán estas armas – dijo aquel hombre curtido en innumerables batallas, serio, con un tono de voz seco y cortante a la vez que intimidatorio, dejando ante la muchacha un hacha de doble filo, un mandoble y un arco con un carcaj lleno de flechas – el que seas la hija del jefe de la tribu no te da ventajas – la miró fijamente – ahora despójate de tus ropas de niña y ve a buscar las de una mujer guerrera, no me decepciones tengo mucha fe en ti, incluso creo que lo harás más rápido que el resto de tus compañeros.
- Bien, conozco las reglas, si en ese plazo no he conseguido cazar un animal con el que confeccionar mis ropas, yo misma me quitaré la vida – miró al hombre, seria y convencida de sí misma – Jug, no traicionaré tus expectativas – dicho esto se despojó de sus ropas, dejando al descubierto aquel hermoso cuerpo blanquecino en el que unos hermosos senos quedaron libres, su cuerpo podía confundirse con el de un muchacho ya que el entrenamiento marcaba los músculos, pero ella había sabido mantener el cuerpo moldeado para que en ningún momento se perdiese ese delicado toque femenino que la hacía tan bella.
- Adiós – dijo mirándola de arriba a bajo, luego se dio media vuelta y marchó por el mismo camino por el que habían llegado. – No olvides que aquí también encontraras la sal gema con la que acelerar el proceso de secado de las pieles – añadió sin voltearse, dio un salto y desapareció en lo alto de un árbol.
La muchacha miró detenidamente las armas, y de inmediato descartó el arco, no le gustaba, prefería sentir el contacto del metal, la lucha cuerpo a cuerpo donde dominaba el valor, la destreza, la astucia, la fuerza, el sentir la sangre caer sobre su piel al infligir las heridas al enemigo.
Se centró en lo que debía realizar, no le gustaba mucho la idea de matar a un animal para poder vestirse pero debía hacerlo.
Desde muy pequeña ha tenido un sexto sentido muy desarrollado, está compenetrada con la naturaleza y los animales que en ella habitan. En varias ocasiones en las que hacían prácticas de supervivencia, fue capaz de salvar al grupo entero. Haciendo uso de ese sentido era capaz de saber exactamente donde estaban los peligros, los alimentos, los venenos, todo; al principio pensaba que todos eran como ella, que podían entender a los pájaros, a los insectos, a los animales, que eran capaces de escuchar el llamado de la naturaleza en el silbido del viento, en el latir de la tierra, en el roce de las ramas, pero descubrió que no era así, que sólo ella podía hacer eso. Con imitar el sonido de los cuervos, estos acudían a su llamado, si aullaba los lobos estaban a sus pies.
Como descubriría más tarde al revelárselo su abuela, eso era debido al legado de su madre, el elemento tierra.
Fue la única que al hacer su transformación en animal no se convirtió en un lobo o en un oso, animales ligados a la tribu, ella se había transformado en una pantera, animal escaso en esas montañas. En la aldea tomaron esto por una señal de mal augurio y si a eso se le añade que justo después de esa transformación en su hombro derecho quedó marcado por varios días el símbolo de la tierra, fue considerada como algo indigno. Su padre muy preocupado mando reunir a todos los sabios y les pidió que hiciesen consultas a los dioses y a los astros regentes de la aldea.
La petición del jefe se cumplió de inmediato. Se hicieron consultas a los astros, se sacrificaron animales para obtener respuesta, y todas las consultas dieron las mismas señales, fuego, agua, aire y tierra unidos girando en torno a un círculo rojo que se oscurecía.
Los sabios no comprendían como era posible. Era inaudito, jamás había sucedido algo así. La única que lo tuvo todo claro fue la ermitaña Lena, la madre de Vestein, el jefe de la tribu.  Si el eclipse estaba relacionado con aquella niña era algo que no se podía cambiar o evitar.
En su forma de pantera era invencible, en el campo de entrenamiento era una fugaz mancha blanca. Sí, era una pantera albina, que según iba adquiriendo experiencia se iba oscureciendo, empezó con el blanco, pasó a un blanco sucio y luego a un gris ceniza. Ahora era de un negro azabache brillante, con la peculiaridad de que era capaz de controlar su color, dependiendo de lo que las circunstancias exigiesen podía ser tan blanca como la nieve más pura, o atenuar su tonalidad  hasta confundirse con las sombras.
Anduvo durante horas hasta que oscureció, no había visto ni un solo animal que sirviese para sus propósitos. El calor era sofocante y la humedad asfixiante, cada poco tenía que parar a descansar unos minutos, a beber algo para poder soportar el ambiente, ahora sabía porque le llamaban el Bosque de la Muerte.
No se rendiría, era la última en hacer la prueba. De los dieciséis que formaban el grupo de ese año, las otras tres muchachas no habían conseguido salir de allí, y de los chicos, tres habían salido tan malheridos que murieron días después de llegar al poblado. Ella debía salir, debía demostrar que era la mejor. 
La noche no fue mejor, las temperaturas bajaron tanto que casi se podía congelar el agua. Buscó refugio en el hueco horadado por el tiempo en el tronco de un enorme árbol, y se cubrió con ramas y hojas para intentar mantener el calor corporal.
Si por el día el silencio era sólo roto por el crujir de las hojas y ramas bajo sus pies o por los sonidos producidos por las plantas al ser mecidas por el poco aire que había soplado, la noche era completamente distinta, los gritos, chillidos, gruñidos, rugidos invadían el lugar, era prácticamente imposible distinguir uno de otro, o saber a ciencia cierta de que lugar procedían, el eco y la reverberación de los sonidos era tal que dificultaba sobremanera determinar la procedencia exacta. Cualquiera temblaría del miedo, pero ella estaba calmada, no detectaba en las cercanías peligro o instintos animales hostiles. Durmió poco, el frío y el ruido la despertaban, el cuerpo empezaba a quejarse en forma de entumecimiento o dolor, pero debía soportarlo era una guerrera que tendría que enfrentarse a situaciones aún peores.
Los días pasaban y no conseguía encontrar ningún animal adecuado para confeccionar sus prendas, parecía que se habían escondido, que la evitaban.
Estaba cansada, el cuerpo cubierto de rasguños y heridas menores, sus brazos doloridos; empezaba a preocuparse, si su estado físico se seguía deteriorando a ese ritmo no lograría vencer al posible enemigo, y si tardaba dos días más en encontrar lo que buscaba muy posiblemente no pudiese conseguir preparar todo en el tiempo establecido.
En la tarde del cuarto día encontró un gran afloramiento de sal gema, el bosque había dejado a su alrededor un gran claro, ningún tipo de vegetación crecía a su alrededor. Las rocas que sobresalían del suelo brillaban como el acero recién pulido, el suelo estaba caliente, tanto que permanecer sin moverse sobre aquella especie de arenas de un color entre amarillo y rosa, era prácticamente imposible.
La muchacha se acercó dando grandes zancadas a la roca más próxima y con el hacha dio un fuerte golpe, la roca soltó varias esquirlas y un olor parecido al salitre se desprendió de la rotura. De nuevo golpeó en el mismo lugar y esta vez saltó un pedazo considerable. Lo recogió junto con algunas de las esquirlas y se alejó de allí, buscó una roca plana y sobre ella comenzó a pulverizar los fragmentos de sal gema, una vez terminado lo envolvió todo en una hoja ancha, y se tendió a descansar. Los intervalos de descanso cada vez eran más seguidos y los periodos de duración se iban alargando poco a poco. Esta era la prueba más dura por la que había pasado.
Al mediodía del quinto día se encontró con el animal que le daría lo que le hacía falta. Apenas se había distanciado del afloramiento de sal gema unos doscientos o trescientos metros, y allí estaba en la pequeña pendiente que formaba el terreno hacia una barranquera, tranquilamente comiendo unos brotes tiernos.
Ella se quedó completamente inmóvil y sorprendida, jamás había visto un oso tan grande como aquel. No tuvo tiempo de ocultarse o ponerse en un lugar en el que el animal no pudiese olerla. El oso dejó de comer y la miró fijamente, olfateó el aire y arrugó su hocico, dejando ver todos sus dientes. Ella cogió con fuerza el hacha y soltó el mandoble, preparándose para atacar.
El oso se incorporó en sus patas traseras, en esa postura medía más de dos metros, y sus zarpas eran capaces de hacer polvo el cuerpo de un ser humano de un solo golpe. Gruñó volviendo a mostrar su dentadura.
Era ahora o nunca, cerró con fuerza sus manos sobre la empuñadura del hacha y corrió de frente hacia el animal, éste ni siquiera se movió, esperó preparado para recibir el ataque. Ella abatió el arma con fuerza sobre el pecho del oso, pero este de un zarpazo la despojó del arma, haciendo a la vez que cayese por la inercia del golpe. El animal se dejó caer y con su zarpa aprisionó una de las piernas de la guerrera. La situación se estaba complicando y por instantes se tornaba en contra de la muchacha.
Se movió lentamente olfateándola; lamió su cuerpo cubierto de sudor y suciedad, y gruñó, parecía que estaba sonriendo. Ella intentaba desesperadamente soltar su pierna, pero la presión apenas si cedía. Si pudiese alcanzar el hacha, pensaba pero estaba bastante lejos. El oso alzó una de sus zarpas iba a dar el golpe mortal, tan poco valía que iba a terminar siendo devorada; ella que había entrado segura de ser la mejor y hacerlo lo más rápido posible se encontraba en aquella situación.
Cerró su puño y asestó el golpe más fuerte que pudo hacer en la postura en la que se encontraba, esto, por un lado sorprendió al oso ya que al estar boca a bajo era de suponer que ese golpe no fuese tan fuerte, pero fue lo suficiente para hacer que el animal dejase de ejercer presión por unos segundos, los que ella velozmente usó para alejarse del animal rodando por la suave pendiente.
Al llegar al final de la pendiente se encontró con restos humanos en avanzado estado de descomposición, supuso que serían los restos de las otras guerreras; la zona estaba llena de marcas de batalla y en varios lugares se podían ver todavía manchas de sangre reseca.
Se incorporó lo más rápido que pudo, si aquellos restos que estaban allí pertenecían a las que hasta hacía poco habían sido sus compañeras, aquel animal era un devorador de hombres. Incluso los tres guerreros que habían fallecido después de abandonar el bosque puede que hubiesen sido atacados por ese oso, un animal inmenso de un color marrón oscuro y que sobre su frente tiene una mancha blanca.
Una vez de pie, le buscó con la mirada pero no le veía por ningún lugar, cómo un ser tan grande como aquel podía desaparecer así de fácil. Corrió en busca de su hacha y cuando estaba a unos metros de ella, sintió el zarpazo en su espalda, su velocidad y agilidad habían evitado que fuese mortal, pero en sus carnes se habían abierto cuatro surcos poco profundos pero que estaban sangrando abundantemente. El escozor y el dolor recorrieron como un grito su cuerpo.
Ella se abalanzó, dando un par de volteretas, en pos del hacha mientras escuchaba tras ella los apresurados pasos del animal. En el mismo instante que cogía el hacha el animal se abalanzaba sobre ella. Pudo reaccionar a tiempo de evitar que le diese una dentellada, aplastándose contra el suelo, viendo como el animal pasaba sobre ella, sin poder frenarse debido a su corpulento cuerpo. El animal se giró quedando a unos metros de ella, mirándola con fiereza.
Nertha levantó el hacha y corrió hacia él, haciéndole un corte en un costado, la sangre salpicó su cuerpo, el animal gruñó fuertemente y se giró de nuevo hacia ella levantando hojarasca y polvo del suelo.
De nuevo estaban frente a frente, estudiándose; ella jadeante y dolorida, miraba tanto al animal como el terreno buscando la mejor forma de atacar o esquivar un ataque; el animal furioso, resoplaba y la miraba. En aquel momento no existía nada más en aquel bosque.
El oso comenzó el ataque, ella preparó de nuevo su hacha, pero esta vez había calculado el movimiento. Cuando el oso se disponía a dar el zarpazo, ella saltó poniendo en ello todas sus fuerzas y abatió su hacha dando un giro completo con la misma para aumentar así la fuerza del golpe, clavándola justo en el centro de la frente del animal, en el punto exacto donde aquella bestia de color marrón tenía la mancha blanca. El hueso crujió y el metal se introdujo abriendo una brecha; la sangre salió disparada manchando el rostro y el cuerpo de Nertha.
El animal cayó inerte y sobre el cayó ella exhausta, jadeante. Se mantuvo inmóvil por más de una hora, el calor y la humedad del lugar unido al ejercicio realizado la habían dejado al borde de la extenuación.
Buscó el mandoble y comenzó a cortar el animal, la piel era gruesa, dura y muy resistente. Comió algo de carne cruda para reponer fuerzas y continuó cortando, se las arregló para conseguir una nueva esquirla de roca gema, y con ella separó la piel de la carne. Una vez preparados los trozos de piel los tendió en el suelo los cubrió con la abundante sal que anteriormente había molido y dobló las piezas. Ahora era cuestión de esperar.
Tenía que buscar agua y platas con las que poder lavar la piel, así que comenzó la búsqueda, no le fue muy difícil encontrar un pequeño arroyuelo, al parecer el bosque estaba lleno de ellos unos más caudalosos otros menos; unos más grandes, otros eran simples hilos de agua que serpenteaban por las barranqueras.
Encontrar las plantas jabonosas le fue un poco más complicado, ya que estar dentro de un bosque tan tupido no era lo idóneo para ellas, plantas como el gensing, la daga, la hierba de los bataneros, el cacto de fuego,… necesitan de luz y sol, algunas incluso de mucha humedad.
Cuando estaba por darse por vencida encontró en un claro lo que buscaba, la hierba de los bataneros, aquella hermosa planta de un verde pálido, con flores desde el blanco al rosa pálido llenaba casi en su totalidad aquel claro. Arrancó unas cuantas plantas y regresó al arroyuelo. Allí fabricó con arcilla un recipiente en el que preparar el agua para lavar las pieles.
Después de dos días de preparativos comenzó con el curtido, lavó las pieles con el producto obtenido de hervir las raíces en el agua, cuando la piel producía abundante espuma las enjuagó perfectamente, las dejó secar a la sombra y continuó con el trabajo, usando el mandoble las sobó lo necesario para darles el punto adecuado. Tras cinco días de laborioso trabajo las pieles estaban listas.
Con un hueso del oso que había preparado, cosió las piezas de piel. Se hizo un top que cubría sus pechos, tapando desde unos cinco centímetros por encima del ombligo hasta llegar a la altura de las axilas. Como falda confeccionó una de corte al bies, la pierna derecha casi en su totalidad al descubierto llegando a la altura de la rodilla, incluso un poco más bajo en la pierna izquierda. Como calzado preparó unos botines hasta la altura del tobillo. Para unir todo utilizó fibras vegetales y los propios tendones del animal.
Después del trabajo y de haber consumido gran cantidad de la carne del animal, le quedaban tan solo tres días para salir del bosque y regresar al poblado.
Tenía tiempo suficiente, así que se recostó a descansar; por primera vez, desde que había entrado en aquel bosque, pudo dormir varias horas seguidas, cuando despertó la claridad de la luz solar comenzaba a romper la oscuridad reinante en aquel tupido bosque.
Se encaminó al arroyuelo y se bañó, eliminando la suciedad y la sangre que la habían acompañado durante tantos días. Las marcas del zarpazo casi habían desaparecido, y el malestar que había tenido casi era imperceptible.
Bien avanzada la mañana marchó del lugar poniendo rumbo al poblado. Las prendas le quedaban ajustadas al cuerpo, eran cómodas de llevar y suaves al tacto, prueba que había realizado un buen trabajo.
Durante todo el trayecto no tuvo ningún encuentro desagradable, animales menores pero nada de lo que preocuparse.
Cuando llegó al poblado fue recibida como la nueva guerrera, todos la felicitaban. Los que hasta apenas hacía unos días eran sus compañeros, ahora la miraban de forma diferente, en sus miradas se podía ver el deseo, eran hombres que buscaban compañera con la que procrear, una compañera que los pudiese atender en los momentos de enfermedad, o cuidarlos mientras estaban heridos, y por descontado una compañera que estuviese a su lado en el momento de la batalla. Aunque ella les miraba altiva, no estaba interesada en vincularse tan pronto con alguien, acababa de entrar en la sociedad adulta, ahora podía ser libre, no estaba obligada nada más que a cumplir con el deber de proteger a los que lo necesitasen y a aceptar las misiones que le propusiesen, por lo demás podía hacer lo que quisiese mientras no dañase a los demás.
Su padre fue el último en felicitarla, de una forma seca casi distante, aunque en sus ojos se podía ver el orgullo que sentía al tener a su única hija ante él convertida en toda una guerrera.
Su padre le tendió un pequeño cuerno de guerra, un amuleto que reconoció de inmediato ya que era algo que había pertenecido a su difunta madre.
 
Mientras recordaba lo sucedido hacía seis años, había llegado al valle. Una vez atravesado este debería dirigirse al sur para poder alcanzar la ciudadela de Lennut.  
Aquella joven de piel blanquecina ligeramente bronceada, había cambiado poco desde aquel momento, solamente sus formas habían terminado de llegar al punto adecuado. Su pelo antes corto ahora llegaba a la altura de la cintura. Lo lleva suelto a excepción de dos trenzas que salen de detrás de sus orejas y caen sobre sus hombros bajando por sobre su pecho. El pelo es ondulado y de un rojo oscuro. Sus pechos están bien proporcionados de tamaño medio y redondeados, dándole un aspecto muy sexy. El rostro es de una belleza abrumadora con la piel fina y suave, con los ojos algo rasgados y de un color gris intenso.
Sus vestimentas han envejecido y están algo rasgadas, pero aún siguen siendo las mismas que elaboró en aquella prueba, con pequeñas modificaciones para que se adaptasen mejor a su cuerpo, según este había terminado de crecer. Lo más probable es que en breve deba cambiarlas. En su cuello portaba dos colgantes, uno un pequeño cuerno de guerra, regalo de su padre por haber alcanzado la madurez en aquel examen, el otro el amuleto que la identificaba como el elemento tierra y que se lo había dado su abuela en el momento de partir a su nueva misión.
Algo diferente se presentaba ante ella, hasta ahora había vivido de luchar, de realizar misiones arriesgadas, de batallar en guerras por el honor y el bienestar de su pueblo; pero lo que se presentaba ante ella ahora, era algo mucho mayor, según las palabras de su abuela, el destino de todo el mundo estaba en juego; dependiendo del resultado de lo que pasase una vez se encontrase con aquellos denominados como los Hijos del Eclipse y con los otros guardianes; sí, dependiendo de si la luz o la oscuridad predominaba en las posibles batallas que hubiese que realizar…
Sacudió su cabeza, ella era una guerrera, pensar en la magia, en el poder que no fuese el de su propia fuerza, le producía dolor de cabeza; sabía que existía, la había visto en acción pero era algo que le venía grande; ella confiaba en su fuerza, destreza, agilidad, capacidad de leer los movimientos del enemigo… sí, era muy complicado intentar entender que con unas simples palabras o un gesto pasasen cosas, incluso su propia derrota.
Avanzaba pensativa, no sabía que le esperaba, pero ya lo afrontaría cuando estuviese ante ello, ella era así, de que valía preocuparse por una batalla antes de llegar al campo donde tendría lugar, de que servía preguntarse cuantos enemigos habría, cuantos compañeros morirían, o si esta sería la última batalla. Si uno se llenaba de preocupaciones, de temores, de dudas, a la hora de la verdad no se rendiría al máximo y eso era el fin de cualquier guerrero, ya que las dudas o el desconcierto llevaban a la derrota y en el peor de los casos, a la muerte.
Caminaba rápido, el sendero era apacible y no había ningún tipo de obstáculo que impidiese avanzar con celeridad. El paisaje se iba alternando entre las praderas verdes salpicadas de flores y pequeñas afloraciones rocosas, y los bosquecillos. Los animales salían huyendo al escuchar los pasos en el sendero, y los pajarillos levantaban el vuelo.
Su fino olfato la alertó de algo, se detuvo y observó con sumo cuidado todo a su alrededor, pero no pudo ver nada fuera de lo común por aquella zona. Se inclinó y tocó con la mano el suelo, pudo sentir una leve alteración en la energía de la tierra.
Continuó camino pero ahora iba alerta, sentía que algo o alguien la asechaba, en su espalda llevaba un mandoble y su inseparable hacha de doble filo, al primer movimiento extraño atacaría sin pensarlo.
Continuó caminando, sintiendo esa presencia un largo trecho y seguía sin aparecer nada. Unos metros más adelante el sendero se introducía en un bosque de coníferas negras, si iba a pasar algo seguro sería allí. Después de ese bosque el sendero por el que iba se unía con otro procedente del segundo paso que había para cruzar las montañas del Olvido. Conocía bien la zona y si querían tenderle una emboscada, el bosque era el mejor lugar, ya que después del punto donde terminaba este, comenzaba de nuevo una extensa pradera que llegaba hasta las estribaciones exteriores del páramo por un lado y al inicio de las zonas montañosas predecesoras de las altas cumbres de la cordillera del Olvido, era hacia esas pre-cordilleras a donde se dirigía, ya que la ciudadela de Lennut se encontraba en ellas.
Al entrar en el bosque el silencio era ensordecedor, eso la puso aún más alerta, ya que a aquella hora, poco más de media tarde, los pájaros no paran de trinar, y las arañas arbóreas no cesan de recolectar flores y hojas para alimentarse. Avanzaba despacio intentando percibir el más mínimo siseo.
Había recorrido unos cien metros dentro de aquel bosque, cuyo suelo estaba cubierto de agujas secas procedentes de los árboles, y salpicado aquí y allá por pequeños matorrales, cuyos frutos alimentaban a varios animales, de cuando en cuando se podían ver pequeños grupos de plantas herbáceas que crecían al abrigo de troncos caídos o rocas.
En su lento avanzar pudo notar como una especie de neblina grisácea estaba cubriendo el suelo y avanzando poco a poco, apenas si levantaba un par de palmos del suelo, pero no le gustaba nada. Continuó caminando, llegó a la neblina y al tocarla sus pies, se apartó, era como si estuviese viva. Siguió atenta al mínimo sonido o movimiento.
Finalmente, ante ella, aparecía un grupo de seis criaturas. Cuerpos fornidos, apariencia humana pero eran chacales, había oído hablar de esos hombres chacal, pero jamás los había visto, ni luchado contra ellos. Sabía por lo que le habían contado los ancianos que eran temibles guerreros.
Se detuvo unos instantes a observarlos, cada uno media por lo menos metro noventa, su cuerpo estaba muy musculado, las manos tenían dedos largos terminados en uñas afiladas como cuchillas, todos llevaban mandobles como arma. Su piel era de un color gris plomo, su cabeza era la de un chacal, pelo encrespado de color negro o gris oscuro, orejas puntiagudas, ojos ámbar, fauces alargadas con dientes afilados.
Sus cuerpos estaban cubiertos por un pantalón negro que llegaba a la rodilla, el pecho estaba al descubierto tan solo tenían unas correas de unos cuatro centímetros de ancho cruzadas en forma de “X”, lo más probable para poder llevar sus armas a la espalda. Al cuello una cadena de oro y en ambos brazos brazaletes del mismo metal que llegan desde le muñeca hasta la mitad del antebrazo.
Solo dos de ellos llevan un escudo redondo. No se puede saber si van calzados o no ya que la neblina cubre el suelo.
- Vaya, parece que ya ha llegado, nuestro amo sabe bien dónde está cada elegido – habló uno de aquellos hombres bestia, la voz gutural y algo chillona y daba la sensación que las vocales se alargaban un poco –, será una presa fácil es mujer y es la única que no usa magia.
- Además es muy bajita, vamos el amo nos ha subestimado, nos podía haber dado un objetivo más apropiado. – Dijo un segundo hombre, con sarcasmo en el tono y mirando a Nertha con desprecio y altivamente. Ella simplemente observaba, enfureciéndose poco a poco.
- Es que no hacemos falta los seis, por muy elegida que sea es poca cosa para nosotros – dijo un tercero casi entre risas. En cambio los otros tres la miraban sin decir nada como estudiándola.
- Creo que os estáis equivocando, no os dejéis llevar por las apariencias, las mejores fragancias se guardan en frasco pequeño – sentenció un cuarto, al parecer el mayor del grupo ya que su pelo era casi completamente blanco, y había estado negando con la cabeza los comentarios de sus compañeros.
- Capitán Mirk, ¿está seguro de lo que dice?, es solo una mujer –. El capitán miró de tal forma al subordinado que parecía que le quería matar con la mirada.
- Maldito novato, es que ya no os enseñan a no menospreciar al enemigo sea del género o raza que sea – rugió el capitán.
- Veo que por lo menos uno de vosotros usa el cerebro –. Habló Nertha, tranquila, seria, mostrando respeto por aquel enemigo, ya que era el único que se lo merecía, los otros eran simple escoria –. Dejadme pasar, no tengo ganas de segar vidas de seres inútiles.
- Lo siento guerrera, tenemos órdenes de convertir este bosque en tu última morada. No debemos dejar con vida a ninguno de los elegidos.
- Repito, retiraos si queréis regresar a vuestro hogar, vuestras órdenes son matarme aquí, pero puede que los que muráis seáis vosotros. 
- Será perra, no ve que la sobrepasamos en número, por muy buena guerrera que sea nunca será capaz de vencer a la élite –. Dijo el primero que había hablado, saliendo disparado arma en mano.
- Vosotros lo habéis querido – sentenció agarrando su hacha y poniéndose en guardia.
El hombre bestia llegó a su altura y abatió el mandoble con gran fuerza, pero ambos metales chocaron. Una lluvia de movimientos rápidos buscando el cuerpo del contrario se produjo tras ese primer contacto. Todos acababan igual, todos terminaban en choque de hacha contra mandoble o a la inversa.
Los otros hombres bestia observaban la lucha atentamente, la guerrera estaba manteniendo a raya a aquel engreído. Ya sin poder soportarlo más un segundo hombre bestia se unió al combate, no podía ver como sólo su compañero luchaba mientras él tenía que mirar; arma en mano atacó por detrás y no consiguió su objetivo por escasos milímetros.
Nertha ahora se veía enfrentada a dos de aquellos seres, tenía que acabar pronto con uno de ellos y si era posible con los dos, tenía grandes habilidades pero en combate múltiple su punto débil era la resistencia.
Se vio entre ambos, así que se agachó haciendo un barrido con su pierna derecha, consiguiendo así derribar a uno de ellos, pero no pudo evitar que el mandoble del que caía le hiciese un corte en un costado. Aguantando el dolor que producía el corte al moverse, saltó pateando al que tenía enfrente justo en medio del pecho, aprovechando el impulso de rechazo para poner algo de distancia entre ellos.
Ese movimiento les había sorprendido, no esperaban que tuviese tal agilidad. Ambos se incorporaron de nuevo y atacaron a la vez cada uno desde el lado opuesto. Ella les esperaba, al tenerlos casi encima de nuevo realizó un barrido esta vez acompañado de un movimiento circular con el hacha, uno de sus rivales pudo esquivar el hacha pero el otro recibió de lleno el tajo que le rajó el abdomen por el que empezaron a salir vísceras y abundante sangre.
Viendo que la batalla comenzaba a tomar la ventaja por el lado de la guerrera, el resto de hombres chacal se preparó para el ataque, saltando casi a la vez sobre Nertha. Ella pudo a duras penas esquivar el ataque multitudinario.
Aprovechando que era más baja que sus atacantes logró escurrirse entre ellos lanzando tajos a izquierda y derecha, consiguiendo herir levemente a un par de ellos. El cansancio comenzaba a hacer acto de presencia.
De un salto, consigue colocarse detrás de uno de sus contrincantes pillándole desprevenido, segundos que aprovechó para decapitarle. La cabeza rodó a sus pies y el cuerpo cayó lanzando chorros de sangre que mancharon el verde pasto, y el charco que se formaba en torno al cuerpo iba tiñendo de un rojo violáceo el suelo circundante. El perder otro compañero enardeció los ánimos del resto, emprendiendo con más bríos el ataque. 
Jadeante, intentó poner un poco de espacio entre ella y sus enemigos pero en un descuido recibió una estocada que le atravesó el costado izquierdo, el corte profundo unido al recibido anteriormente la dejaba en una posición crítica, le costaba respirar y moverse, y sólo había reducido el grupo adversario en dos. Las heridas sangraban profusamente, el cansancio unido a la pérdida de sangre la estaban mareando, se acercaba la muerte.
En el momento en que el capitán del grupo se acercaba para dar el golpe final, un aura de tonos azules comenzó a rodearla, los ojos se convirtieron en los de un felino, las heridas comenzaron a cerrar. Sus manos empezaron a cambiar por garras. Aquel vello rostro se convertía en el rostro negro de una pantera, en pocos segundos el aura se fue intensificando hasta producir una luz cegadora, cuando esta se disipó ante ellos pudieron ver una figura humana completamente cubierta de pelaje negro brillante.
- Lo lamentareis, primera fase completa, no querréis ver la segunda fase.
No dejó que respondiesen, se abalanzó sobre el más cercano y de un solo movimiento le arrancó la tráquea con sus zarpas, el hombre chacal solo pudo soltar un gorjeo e instintivamente se llevó las manos al cuello, pero era inútil la sangre se escapaba a grandes chorros por aquella herida, y cayó de rodillas, muriendo desangrado en pocos minutos.
Todos intentaban alcanzarla con sus mandobles pero la agilidad ahora era superior. El capitán estaba seguro de que si no hacían algo coordinado y rápido, su fin estaba muy próximo. Lo intentaron varias veces pero eran fútiles intentos; era el juego del gato y el ratón, la pantera estaba jugando y divirtiéndose con sus presas.
En un movimiento rápido el capitán logró clavarle unas dagas que llevaba ocultas. Las dagas se clavaron el la pierna derecha y en el brazo del mismo lado, ella aulló de dolor. Otro hombre bestia lanzó su mejor golpe cortando en diagonal el pecho, de nuevo las heridas eran graves, aun así ella logró clavar sus garras en el pecho desnudo de aquel hombre chacal que la había cortado, haciendo un profundo surco en la carne. Un segundo golpe en aquel pecho cubierto de sangre y la garra atravesó piel, músculo y hueso y al salir un palpitante músculo era aplastado en aquella garra. El hombre caía de espaldas con los ojos en blanco, la boca abierta con un hilo de sangre que salía de ella y un gran agujero en su pecho por el que manaban ríos de sangre violácea.
Ya solo quedaban dos, y aunque habían visto morir a sus compañeros a manos de aquella guerrera que habían subestimado, simplemente por el hecho de ser mujer, no desistieron del intento de segarle la vida.
En un intento desesperado por aprovechar las nuevas heridas que tenía para poder acabar con ella, el subordinado que quedaba atacó recogiendo el arma de uno de sus compañeros. Atacaba con los dos mandobles, en un movimiento rápido consigue clavarle uno en el hombro y darle un tajo en la pierna, ella pierde el equilibrio y cae soltando un quejido de dolor.
- Parece que queréis ver la forma definitiva… – dice dificultosamente mientras cae de rodillas y de nuevo un aura de tonos azules la cubre.
- No dejaremos que lo hagas – exclama el subordinado mientras intenta cortarle la cabeza, pero la luz que la rodea es tan intensa desde el comienzo que falla el golpe al no ver con claridad el punto al que quiere llevar su arma.
Ante ellos se presenta un animal enorme de un negro azabache impecable, poderosas garras y mandíbulas fuertes, las cuales están cerradas sobre el cuello del incauto hombre chacal, de un simple movimiento la cabeza se separa del resto del cuerpo. La sangre salpica y sale a borbotones manchando el pelaje del animal.
El capitán sabe que ante tal fiera no tiene ninguna oportunidad y se deja caer de rodillas ante ella soltando el mandoble.
- Has vencido al grupo de élite, no soy digno de continuar con vida, así que acaba rápido –. Dice mirando aquellos ojos ámbar que tiene ante él.
- Has sido el único del grupo que ha sabido que se escondía algo más que una simple mujer, por respeto a eso y al honor entre guerreros te dejaré vivir, regresa a tu hogar y entrena guerreros que sepan ver lo que se esconde detrás de su oponente tal y como lo hiciste tú –. La voz suena humana a pasear de ser pronunciada por la pantera.
- Me temo que eso no será posible, por lo menos no en el poblado del que vengo, si regreso nuestro fracaso será castigado con la muerte, desde que ese individuo llegó… todo ha cambiado… así que por favor acaba conmigo.
- No, no lo haré. Soy mujer de palabra y la mantengo, mereces mi respeto por ser un digno rival y guerrero. Si te parece bien podemos continuar camino juntos por ahora.
- No merezco tal compasión, ni tal honor.
- Quizás no, pero la vida de un guerrero da infinidad de vueltas, y puede que esta sea una de esas oportunidades para hacerse más fuerte aprendiendo de los errores –. Él no respondió, dos lágrimas surcaban su rostro.
Ella poco a poco fue regresando a su forma humana normal, su cuerpo no presentaba ninguna herida, aunque si se pueden ver marcas rosáceas en los lugares en los que los mandobles rasgaron la carne, era como si fuesen cicatrices recientes. Esa era la ventaja de su transformación mientras ningún órgano vital estuviese dañado de forma seria al cambiar todo se regeneraba.
Su cuerpo estaba cubierto de sangre que comenzaba a secarse formando costras sobre su piel. En la primera oportunidad tendría que lavarse, no sabía la causa pero el olor de aquella sangre era bastante penetrante y desagradable.
El sol comenzaba a ocultarse, tendría que pasar la noche en el bosque, si no hubiese sido el combate lo hubiese atravesado con la luz del día, pero por la noche y más en una como aquella, en la que ninguna de las lunas era visible, no era aconsejable caminar dentro de un bosque; fácilmente se podía perder el sendero y perderse dentro de la floresta o caer en el interior de alguna madriguera de araña carnívora, o encontrarse con cualquier criatura poco amigable.
El capitán la siguió cabizbajo y preocupado, no estaba del todo seguro que acompañarla le salvase la vida, sabía que si volvía moriría de inmediato y de forma cruel a manos de aquel perverso sujeto, aquel humano que hacía un par de años, se había convertido en el dueño y señor del poblado en el que hasta aquel momento habían vivido sin grandes complicaciones. Si no regresaba no tenía que preocuparse por familia o amigos; no tenía familia se había centrado en la lucha y no en crear una familia, en lo que a amigos se refería todos habían muerto ya. Eso era seguro no había nadie al que pudiesen dañar por no regresar y haber fracasado en lo que se le había pedido, pero lo que no era seguro es que aquel no tuviese ojos en todas partes.
Mientras la poca luz que aún quedaba se los permitió, se alejaron todo lo que pudieron del lugar donde estaban los cuerpos, evitando de esa forma llamar la atención de las posibles alimañas que se acercasen al olor de la sangre; cuando ya no fue posible andar con seguridad se detuvieron, se apoyaron al tronco de un árbol e intentaron dormir.  
Los que hacía unos momentos habían sido encarnizados enemigos, ahora eran compañeros de viaje extenuados. Aún era pronto para saber cómo terminaría lo que acababa de empezar, quizás en una nueva batalla cuando ambos estuviesen recuperados o quizás en una amistad duradera, eso ya se vería; por lo pronto había que descansar o por lo menos intentarlo.  
 
 

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